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viernes, 17 de septiembre de 2021

No hay contradicción entre Pablo y Santiago.

                     


Lo que hacen es presentar aspectos o relaciones diferentes de la misma gran verdad.

Pablo está argumentando en contra de religionistas que basaban su salvación en el valor de sus obras buenas, mientras que Santiago se dirige a aquellos que mantienen que siempre que la creencia de alguien sea la correcta, importa poco cuál sea su conducta, que «es suficiente para la salvación una mera fe asintiente, sin los frutos vivientes en una vida santa».

En una palabra, Pablo lucha contra el Fariseísmo;

Santiago contra el Antinomianismo.

El primero dice: 
«Las obras no son válidas para la salvación, 
pero son el fruto natural de la fe genuina que salva» 
(ver Ef. 2:8–10);

Santiago dice: 
«La fe que no produce obras no es de ningún valor, 
sino que es de suyo muerta» 
(ver Stg. 2:14).

Pablo presenta la justificación del creyente ante Dios por la fe sola, y el corolario de su justificación, la necesaria santificación que necesariamente proviene de la salvación real, que necesariamente da sus frutos en la vida del creyente.

Santiago presenta la justificación de la genuinidad de la fe del creyente ante un espectador humano (ver Stg. 2:18), y la demostración de esta fe y su «perfeccionamiento», esto es, llevarla por las obras hasta sus últimas consecuencias (teleioö) en la conducta.

No hay por tanto discrepancia en absoluto entre ambos. 
Pablo afirma la justificación del creyente por la fe sola, delante de Dios; y añade que esta fe salvadora comporta la obra de Dios en la vida del creyente («somos hechura suya, creados en Cristo Jesús», Ef. 2:10) con un objeto muy determinado («para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas», ibid), e insiste en que «Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» desarrollando este extremo de manera extensa en Romanos 6, donde comienza: «¿Qué, pues, diremos? Permaneceremos en el pecado …? ¡En ninguna manera! Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» y concluye: «Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque …» (Ro. 6:1, 2, 22). 

Por su parte Santiago afirma la justificación de la afirmación de fe por parte del creyente ante el observador humano mediante los frutos de la fe viva, afirmando que la mera profesión de fe no constituye prueba de su realidad para el observador humano: «Hermanos, ¿de qué sirve que alguien diga que tiene fe, si no tiene obras?» (Stg. 2:14)… «Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma», o, como en NC, «muerta de suyo» o, lit., «muerta está en cuanto a ella misma» (F. Lacueva, Nuevo Testamento interlineal, Stg. 2:17). Esto es, la pretensión de tener fe es falsa. No hay tal fe. Si hubiera la fe según Dios, se daría su fruto, las buenas obras, que justificarían al que afirmase tal fe ante los observadores humanos.

Vemos, pues, que Pablo y Santiago dicen exactamente lo mismo desde dos propósitos muy distintos: Pablo la fe y las obras en relación con la justificación del hombre ante Dios; 
Santiago la fe y las obras en relación con la justificación de la profesión de fe ante los hombres y la prueba de la genuinidad de la fe. 

La mera profesión de un credo no salva ni puede salvar, sino la genuina consciencia de la propia necesidad moral, de estar perdido en pecado, unido a una aceptación real de la obra redentora de Cristo en la cruz, con fe en Él, Dios hecho Hombre para venir a obrar esta redención y verdaderamente resucitado para nuestra justificación. Es sólo esta aceptación real de la Persona de Cristo y la aceptación real de lo que Él ha hecho por nosotros, nuestra cordial entrega de nuestra esperanza y vida a Él, lo que constituye la fe por la que Dios nos justifica y acepta en Cristo, y que produce, por la acción del Espíritu en la vida del creyente, el fruto según Dios (cp. Gá. 5:22–25).

Andrew Fuller: «Pablo trata de la justificación de los impíos, o de la forma en que los pecadores son aceptados por Dios, y hechos herederos de la vida eterna. Santiago habla de la justificación de los piadosos, o en qué manera se hace evidente que un hombre es aprobado por Dios. Lo primero es por la justicia de Cristo; lo segundo por obras».

Stuart: «Pablo está contendiendo con el legalista, esto es, aquel que espera la justificación sobre la base de sus propios méritos. Santiago contiende con los antinomianos, esto es, aquellas personas que sostenían que todo lo que demanda el evangelio es una mera creencia especulativa o fe no acompañada por obras».

Kelly:110 «Cuando el apóstol Pablo declaraba el evangelio, insistía en la fe en Jesucristo como justificante, aparte de las obras de la ley; por cuanto se trata de la justicia de Dios, no de la del hombre, para todos y sobre todos los que creen, siendo tanto los judíos como los griegos pecadores perdidos. Se trata de la cuestión de ser justificados libremente por la gracia de Dios mediante la redención que es en Cristo Jesús. Pero para la Epístola que estamos tratando [la de Santiago], se trata de la cuestión totalmente diferente de una vida práctica en congruencia con la profesión cristiana. Lo cierto es que Pablo insiste sobre esta realidad moral en Ro. 2 con tanta intensidad como Santiago aquí. Es una fe sin valor alguno la que no produce fruto de justicia que es por Jesucristo para la gloria y alabanza de Dios. La escritura que tenemos ante nosotros [Stg. 2:14–17] no responde a la pregunta de cómo un pecador debe ser purificado ante Dios, sino qué conducta es la digna de aquellos que tienen la fe de nuestro Señor Jesucristo».


ESCUAIN, S. – HALEY, J. W., Diccionario de dificultades y aparentes contradicciones bı́blicas (TERRASSA (Barcelona) 1988) 199-201.


FE Y OBRAS – ¿COMO INTERACCIONAN?

La distinción entre lo que es una parte natural de la salvación y lo que puede ser sólo un acompañamiento nos ayuda también a entender la frase 
"La fe sin obras es muerta"
– una afirmación de la Epístola de Tiago que ha perturbado muchos cristianos reformados, "Obras" son simplemente una parte natural de la fe. 
La afirmación de Tiago trata de la naturaleza de la fe, lo que a compone
Ella trata del que realmente quiere decir creer en algo. 
No es una exortación para probar que alguien tiene fe o trabajar para mantener la fe del individuo viva.
Todos nosotyross sabemos que Martin Lutero tuvo serios problemas con la epistola de Tiago, llegando a sugerir que ella fuera eliminada del Nuevo Testamento. 
Irónicamente, sin embargo, él entendió bien claro el argumento de Tiago sobre la naturaleza de
la fe y con veemência expresó eso en su propio lenguaje. 
En el prefácio de su comentario sobre Romanos, él afirma, por medio de una comparación pertinente, que es 
"imposible separar las obras de la fe 
– sí, así como es imposible separar 
el calor y lo brillo del fuego". 
Eso porque la fe en su propia naturaleza es poder y vida.
He ahí aquí la descripción de Lutero:
Oh, esta fe es una cosa viva, operante, activa y poderosa!
ES imposible que ella no esté incesantemente haciendo lo que es bueno. Ella ni siquiera pregunta que buenas obras necesitan ser hechas; pero antes que la pregunta sea hecha, ya hizo el bien y está constantemente engajada en hacer el bien. Sin embargo, a aquel que no hace tales obras es un hombre sin fe. Él anda palpando y tateando alrededor en búsqueda de fe y de buenas obras, no sabiendo lo que esas cosas significan, pero aún así de forma pueril y despejada multiplica las palabras sobre fe y buenas obras.
Lutero añade un comentario sobre el carácter interior de la fe:
[Fe] es una confianza viva y tan bien fundamentada
en la gracia de Dios, que moriría mil veces antes de
abrir mano de su convicción. Tal confianza y
conocimiento personal de la gracia divina hacen a su
poseedor alegre, osado y lleno de un cálido afecto para
con Dios y todas las cosas creadas – todo aquello que
el Espíritu Santo opera en fe. De ahí, tal hombre se
hace bien dispuesto y ansioso para hacer el bien a
todos, servir a todos, sufrir todos los tipos de males, a
fin de agradar y glorificar a Dios, que demostró
tamaña gracia para con él.
Esta es la relevancia de la vida de Lutero, este hombre de Dios que, bien sintonizado con su época, reformó el cristianismo
Una vez que comprendemos que fe es la poderosa fuerza vital descrita por Lutero, podemos entonces reconocer -cómo ella se revela en las paginas del Nuevo Testamento en tres dimensiones principales:

1. La presencia de un nuevo poder dentro del individuo, irrumpiendo en una ruptura con el pasado por medio del arrependimento y la liberación de perdón. La hoja seca automáticamente cae del ramo cuando una nueva hoja surge. Así, tenemos la representación bíblica del arrependimento, así como dan, como algo dado por Dios (Salmo 80.3; 85:04; Hechos 5.31; Romanos 2:4 y Timote 2.25).

2. Una transformación inmediata, pero también gradual del carácter y de la personalidad del individuo (2 Co 5.17; Rm 5.1-5; 2 Pe l:4-l1).

3.Un poder significativo, sobre-humano, sobre los males de este presente siglo y del mundo, ejercido tanto por el individuo como por la Iglesia colectiva ("Fue -me dada toda la autoridad en los cielos y en la tierra. Por lo tanto, vayan..." – Mt 28.18).

 Conforme es explicado en Colossenses 1.13, ser "transportado para el Reino de su Hijo amado" significa exactamente experimentar esta vida tridimensional, o ser ciudadano del cielo (Fp 3.20).