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viernes, 13 de marzo de 2015

¡¿Sacerdote?!, no gracias ya tengo uno....


¡El mejor Sumo Sacerdote!
Eterno
y Perfecto

Hebreos 5.1–6
Todo sumo sacerdote es un hombre escogido para representar a otras personas en su trato con Dios. Él presenta a Dios las ofrendas de esas personas y ofrece sacrificios por los pecados. Y puede tratar con paciencia a los ignorantes y descarriados, porque él también está sujeto a las mismas debilidades. Por esa razón, debe ofrecer sacrificios tanto por sus propios pecados como por los del pueblo.

Y nadie puede llegar a ser sumo sacerdote sólo porque desee tener ese honor
Tiene que ser llamado por Dios para ese trabajo, como sucedió con Aarón.

Por eso, Cristo no se honró a sí mismo haciéndose Sumo Sacerdote,

sino que fue elegido por Dios, quien le dijo:

«Tú eres mi Hijo.

Hoy he llegado a ser tu padre».

Y en otro pasaje Dios le dijo:

«Tú eres sacerdote PARA SIEMPRE, 
según el orden de Melquisedec».



Hebreos 5.8–10

Aunque era Hijo de Dios, Jesús aprendió obediencia por las cosas que sufrió.

De ese modo, Dios lo hizo apto para ser el SUMO SACERDOTE PERFECTO,

y Jesús llegó a ser la fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen.

10 Y Dios lo designó Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.



Hebreos 10:11–14

Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando

y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios,

que NUNCA PUEDEN quitar los pecados;

12pero Cristo, habiendo ofrecido UNA VEZ PARA SIEMPRE

un solo sacrificio por los pecados,

se ha sentado a la diestra de Dios,

13de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos

sean puestos por estrado de sus pies;

14porque con una sola ofrenda

hizo perfectos para siempre a los santificados



Hebreos 4.14–16

Por lo tanto, YA QUE TENEMOS UN GRAN SUMO SACERDOTE

que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos a lo que creemos.

15 Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades,

porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros,

sin embargo él nunca pecó.

16 Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios.

Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia

que nos ayudará cuando más la necesitemos.

lunes, 9 de marzo de 2015

"Los nombres de Jesús"


“Jesús”,  “Cristo”,  
“Señor”,  “Jesucristo”,  
“Cristo Jesús”, “Hijo del Hombre” 
“Hijo de Dios”. 

Es tan poca la atención que se le ha dado a estos títulos del Señor Jesucristo, que hay muy pocos que se imaginan que hay un significado en su elección y orden. 
Pero ya hemos hablado lo suficiente para convencernos de la importancia que tiene ser exactos a la hora de observar y estudiar cada detalle. 
Son tan numerosas estas variaciones, que tan solo en las epístolas de Pablo tenemos diecisiete combinaciones diferentes de las palabras “Señor”, “Jesús”, y “Cristo”. 
Esto incluye el artículo, y en tres casos la palabra “nuestro”. 
Estas palabras no pueden haber sido empleadas por casualidad, debe haber un motivo de por qué, si se emplean ciertas palabras, es porque ninguna otra serviría para el mismo propósito. 
Por ejemplo, si dice “Jesucristo”, debemos creer que “Cristo Jesús” no sería apropiado. 
Tanto si podemos descubrir la razón, como si la razón que ahora señale pueda ser la correcta, nada de eso altera el hecho. 
Yo fui guiado hasta la conclusión que he llegado debido a la circunstancia de contar el número de ocurrencias de cada nombre y las varias combinaciones. 
Cuando descubrí que la resurrección era la gran línea de demarcación, vi que la razón no estaba lejos por descubrir. 
Cuando hallé que en los Evangelios “Jesús” aparece en solitario 612 veces, y en los demás libros solamente 71 veces (entre las cuales 38 están en libro transitorio de Hechos); mientras que, al mismo tiempo, en los Cuatro Evangelios en su conjunto “Cristo” aparece en solitario tan solo 56 veces, y en los demás libros 256 veces, me di cuenta que el motivo estaba claro. 

Pero veamos ahora los nombres por orden: 

“Jesús” “Iesus”. 
Significa, no meramente “un salvador” porque hay una palabra diferente para él. Lo que realmente significa es Jehová nuestro Salvador. “Y llamarás su nombre Jesús, porque el salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). Este era por tanto, el nombre de Su vida terrenal, y estaba asociado con Él en la cualidad de aquel que carga con el pecado, el que sufrió, el hombre experimentado en quebranto. Era el nombre de su humillación y vergüenza. Fue el nombre bajo el cual fue crucificado. “Este es Jesús” esa fue la inscripción que había sobre la Cruz. Observe entonces, que aunque por solitario aparezca unas 638 veces, no hay ni una única vez que sea con un adjetivo. 
Tenemos que aprender a observar con exactitud qué es lo que se omite, así como también qué es lo está escrito, y no decir nunca como los cristianos sentimentales “bendito Jesús”, o “querido Jesús”, “mi dulce Jesús”. Nada podrá serle jamás añadido a la perfección de Su persona, 
Sus obras y Sus caminos; Él no precisa que se le impute adjetivo alguno. 
Seamos exactos además en nuestro empleo de las expresiones de la escritura. 
Si fuésemos más cuidadosos con este asunto, no surgirían tantas divergencias entre nosotros. 

Una vez más repito, la expresión “en Jesús” no es una expresión escritural. 
En nuestra versión Inglesa aparece una vez en 1ª Tesalonicenses 4:14, pero de acuerdo al griego, aquí debería ser traducida “a través de Jesús”. La expresión “Vuestros en Jesús” (en cartas entre ingleses) se escribe en las cartas de correspondencia debido a que los escritores no se han dado cuenta que nunca se dice de nosotros, estar “en Jesús”; sin embargo, como ahora estamos viendo, siempre se dice de nosotros que estamos “en Cristo”. 

Jesús fue Su nombre terrenal; y el sufrimiento, los pesares y la muerte fueron su porción terrenal. 
Pero Dios lo levanto de la muerte, y ahí mudaron todas las cosas. “A éste Jesús que vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36). 
Dios ahora ha ordenado que los escenarios de sus sufrimientos sean mudados por los escenarios de Su gloria, y “para que en el nombre de Jesús (no en el del Señor o Cristo) se doble toda rodilla… y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria del Padre” (Filipenses 2: 10, 11). 
Siempre y cuando, por tanto, te encuentres con la palabra “Jesús” por solitario, te debes inclinar a pensar en “el hombre experimentado en quebrantos” que se humilló a sí mismo hasta la muerte por nosotros. 

“Cristo” “Cristos”
Esta palabra significa “ungido”. Lo define como el Ungido. Ungido y escogido para llevar a cavo el pacto de Jehová como la luz que ilumina a los Gentiles, y la gloria de Su pueblo Israel. 
Como ya hemos dicho, aparece solamente 56 veces en los cuatro Evangelios, y casi siempre con el artículo, el Cristo, Su título oficial. 
El Cristo que vino y fue enviado para la bendición de Israel. 
Pero Israel no conoció el día de su visitación en gracia. 
No vieron hermosura alguna en Él para que le deseasen. 
Pero ahora, una vez levantado de la muerte, ha sido hecho la Cabeza de Su cuerpo –la iglesia, ungido para bendecir a Su gente. 
En los demás libros, por tanto, tenemos este título 256 veces, marcándolo como aquel que fue levantado y glorificado, definiendo la posición del creyente como justificado y acepto en Él. Y por eso, los creyentes son siempre definidos estando “en Cristo”, vivificados con Él, levantados con Él, sentados juntamente con Él en los lugares celestiales, benditos con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Él. 

Nosotros asociamos nuestra posición con Él como Cristo, pero nuestra responsabilidad para Él la asociamos como – “Señor” “Kurios”. Este título, de acuerdo a su significado, le caracteriza como Aquel que posee, y por tanto como aquel que tiene poder y autoridad. 
Siempre y cuando encontramos este título, esta es la idea que tiene con él asociada. 
Es un título conectado con los privilegios y responsabilidades de nuestra posición y permanencia “EN Cristo”. 
Todas las varias condiciones de vida están asociadas con Él como “Señor” – 
Casados: “Cásate solamente en el Señor” no meramente en “Cristo”. 
Eso significaría que debemos casarnos solamente con una cristiana, pero significa algo más, -- no solamente que deberíamos casarnos con una cristiana, sino que además, haciéndolo, tenemos que decir “Si el Señor quiere”: Tenemos que reconocer su autoridad, a quien tenemos que reconocer en todos tus caminos. 
Casadas: “como conviene en el Señor” (Colosenses 3:18). 
Hijos: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres” (Efesios 6:1). 
Siervos: “hacedlo de corazón, como para el Señor” (Colosenses 3:23). 
Creyentes: Es “la cena del Señor”, “la copa del Señor”, “el cuerpo y la sangre del Señor”, “la mesa del Señor” (1ª Corintios 11). 
 Así que Él, por tanto, tiene todo el derecho de mandar, y decir “haced esto en memoria de mí”. 
Incrédulos:“Nadie puede llamar a Jesús Señor, si no por el Espíritu Santo”. 
Es posible que diga que Él es Jesús o Cristo, pero decir que es “Señor” es considerarlo por nuestro Maestro así también como nuestro Salvador, es sujetar nuestra voluntad a la Suya, y tomar sobre nosotros Su yugo. 
Esta es la obra del Espíritu Santo. 

“Jesucristo”.
 Cuando tenemos esta combinación, el énfasis se halla en la primera de las palabras, y nuestros pensamientos son dirigidos, de lo que era (Jesús), hasta lo que es en este momento (Cristo); de Su humillación hasta Su exaltación. Debes cuando lees hacer ese traslado en tu propia mente, “El humillado que ahora ha sido exaltado” o entonces, “El sufridor que ahora ha sido glorificado”. En cualquier caso, siempre encontrarás la más significativa precisión. 

“Cristo Jesús” “Cristos Iesous”. 
Conlleva exactamente la idea contraria. 
El glorificado que había sido humillado. 
El exaltado que había sufrido y muerto. 
Podríamos dar muchos ejemplos. 
La totalidad del Nuevo Testamento es un extenso y vasto ejemplo en sí. 
Sin embargo, verás que no todos los pasajes son igualmente claros. 
Algunas veces lo verás con facilidad, y te dará la idea del contexto; otras veces, el contexto te dirá la razón de por qué los títulos se empleen en un orden particular. 
Observe Filipenses 2:5: “Haya, pues, este sentir que hubo también en Cristo Jesús”, ¿Por qué “Cristo Jesús”? ¿Por qué no “Jesucristo” Porque la idea del contexto va – desde lo que era Él, hasta lo que es ahora. 
El versículo siguiente hace esta explicación, “el cual siendo en forma de Dios…se despojó a sí mismo”. Filipenses 1:1, 2: “Pablo y Timoteo, siervos de JESUCRISTO, a todos los santos en CRISTO JESÚS… Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre y del Señor JESUCRISTO”. 
En este caso los Apóstoles eran siervos de Jesús (ahora exaltado). 
Siervos de Aquel que los envió como Él mismo había sido enviado, como un siervo; pero estaban escribiéndole a los santos que estaban “en Cristo” (anteriormente humillado) y oraron diciendo que, en su cualidad de Señor y Maestro les enviaba gracia y paz. 

“El Hijo del Hombre”. 
Este título lo revela en Su naturaleza humana, como el “segundo hombre”, y como el “postrer Adán”. 

“Hijo de Dios”. 
Este título realza en Él en Su naturaleza divina, y en Su relación a Dios. Por eso, en Él todo aquel que crea es “llamado el hijo de Dios”. 

Hay una diferencia importante que debemos observar en el empleo y elección de estos nombres. Algunas veces surgen muy próximos unos de otros. 
De una manera notable en Juan 5:25. La hora viene “cuando los muertos oirán la voz del HIJO DE DIOS, y los que la oyeren vivirán”. 
Es en su cualidad de Hijo de Dios que es el vivificador de la muerte, como bien se explica en el versículo siguiente: “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo, y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el HIJO DEL HOMBRE”. 
Es en la cualidad de Hijo del Hombre que juzgará, como está escrito: “Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por AQUEL VARÓN a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:31). 
En conclusión, permítame exhortarle a ser preciso, no meramente en la lectura y en tu estudio de la Biblia, sino además en tus citaciones e interpretaciones que en ella haga. 
No se siente para interpretarla, sino siéntese delante suyo para que ella le pueda interpretar a usted la voluntad y los propósitos de Dios. 

Muy a menudo se asume que Dios nunca significa exactamente lo que Él dice; y las personas se acercan a Su palabra no simplemente para aprender qué es lo que dice, sino para decirnos su parecer en cuanto a lo que Dios quiere decir, lo cual generalmente es algo muy distinto. Pero debemos preguntarnos: Si el Espíritu Santo quiere decir exactamente lo que dice, ¿por qué no habría de decir exactamente eso mismo? Por ejemplo, si Él dice Jerusalén o Sión, ¿por qué hemos de suponer que está hablando de la Iglesia? Si Él dice el Éufrates, ¿por qué hemos de suponer que se refiere a Turquía?

ESCRITOS DE ETHELBERT WILLIAM BULLINGER Volumen I Traducidos por Juan Luis Molina Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena

viernes, 6 de marzo de 2015

La Teología del gozo y El gozo de la Teología

Nos cuesta mucho pensar en Dios como alegre. 
Nuestra imagen de Dios es seria, severa, jamás con sonrisa. 
Pero la Biblia nos habla del multifacético gozo de Dios[1], como Suprema Belleza e Infinita Alegría. 
Las escrituras hebreas emplean una variedad de términos para expresar esta alegría divina: Dios se deleita y se complace en nuestra consagración a su buena voluntad y nuestra práctica de la justicia,

1Samuel 15:22
Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.

Salmo 51:16-17
Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. 17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios. 

Miquáas 6:6-8
6¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? 7¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? 8Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. Según Isaías 62:5, “como un novio que se regocija por su novia, así tu Dios se regocijará por ti”.
Dios se deleita en nuestro bienestar, lo que nos motiva a nosotros a lanzar gritos de alegría 

Salmo 35:27-28
27 Canten y alégrense los que están a favor de mi justa causa,  Y digan siempre: Sea exaltado Jehová, Que ama la paz de su siervo. 28Y mi lengua hablará de tu justicia  Y de tu alabanza todo el día. 

Salmo 95:1-2
1 Venid, aclamemos alegremente a Jehová; Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.2 Lleguemos ante su presencia con alabanza; Aclamémosle con cánticos. 

Es un gozo mutuo, del que nos habla el Salmo 104:

Que la gloria de Yahvéh perdure eternamente;
que Yahvéh se regocije en sus obras…
Cantaré a Yahvéh toda mi vida,
cantaré salmos a mi Dios mientras tenga aliento.
Quiere él agradarse de mi meditación;
yo, por mi parte, me alegro en Yahvéh (104:31-34; cf. 92:1-5).
¡Dios se goza disfrutando sus obras, y comparte ese gozo con nosotros!
]
Es más, Dios mismo se ríe de nuestras vanidades, sabiendo que son más comedia que tragedia (Sal 2:4; 37:13; 59:8). Dios se ríe y nos hace reír a nosotros con su finísimo sentido de humor (Gen 21:6; cf. Sal 52:6; cf. Zac 9:15).
Es sorprendente y significativo que uno de los tres patriarcas hebreos se llame “Risa”.
El relato del nacimiento de Isaac está permeado de este verbo hebreo para “reírse”.
Cuando Dios le anunció a Abraham que Sara iba a tener un hijo, él se rió al imaginar a su anciana esposa con barriga materna o dando de mamar (Gn 17:17). 
A continuación la misma Sara, que ya había dejado atrás la época de procreación, al escuchar esa misma noticia se rió, y después pretendió negarlo (18:12-15). 
Al nacer el niño, Sara exclamó, “Dios me ha hecho reír”, y a los demás a reír con ella (21:6). No cabe la menor duda: ¡Dios tiene un buen sentido de humor!
Este episodio tan humano y jocoso reaparece en el cuarto evangelio, nada menos que una evidencia de la deidad de Cristo: “Abraham, el padre de ustedes, se regocijó al pensar que vería mi día, y lo vio y se alegró” (Jn 8:56). 
¿Cómo pudo decir Jesús que Abraham vio su día y se alegró? ¿Por qué escoge este texto, precisamente el pasaje sobre el nacimiento de Isaac, y específicamente el tema de la risa? 
Los textos de Génesis no indican ningún conocimiento salvífico de parte de Abraham; la promesa era sólo que tendrían un hijo, una nación, y una tierra. 
Pero en ese loco proyecto de fe nació toda la historia de la salvación, y nació con gozo evangélico. Ese gozo lo compartieron Abraham y Sara, en todo el humor divino con que Dios los hizo reír.
Filon de Alejandría, pensador judío contemporáneo de Jesús (20 a.C. – 50 d.C.), enseñó que toda alegría humana es una participación en la alegría de Dios. 

Sobre Abraham, Filón describe su reírse como “resultado de una felicidad establecida y un regocijarse de la mente” (de Abr 202), que constituye “un sacrificio que la persona sabia ofrece como ofrenda a Dios”. 
Afirma también que “el regocijarse pertenece propiamente sólo a Dios”. Filón lo razona filosóficamente: sólo Dios está totalmente libre de dolor o temor, por lo que “la naturaleza de Dios… es la única naturaleza que posee completa felicidad y bendición” (ibid.). Así, sólo Dios puede alegrarse completa y perfectamente. En otro escrito, Filón describe “el reír del alma” aun cuando sufre, pues “sonríe en su mente porque un gozo grande y puro, sin mezcla, ha entrado en ella.

El teólogo contemporáneo que más ha profundizado en el tema de la alegría de Dios es Karl Barth, en su larga exposición de la gloria de Dios (Church Dogmatics II/1 640-677). Partiendo de la belleza de Dios como revelación de su gloria, Barth concluye que la alegría pertenece al mismo ser de Dios.

Como bello que es, afirma Barth, “Dios actúa como aquel que da placer, crea deseo y lo premia con el goce de lo deseado” (651). “La gloria de Dios”, afirma Barth, “es el gozo propio e inherente de su ser divino, el que brilla desde él y rebosa en su riqueza” (647). 
Eso no es casualidad, pues Dios se revela así y actúa así, porque es así, porque es bello y deseable, lleno de goce. “El Dios atestiguado en las sagradas escrituras es el Dios que irradia gozo, y sin ese gozo no sería comprensible en su deidad y no sería quien es”. 

Además, todas las criaturas “tienen su ser y su existencia en el movimiento divino de la divina auto-glorificación en la transferencia a ellas de su inmanente alegría. Es su destino ofrecer en la esfera temporal una respuesta fiel aunque inadecuada al júbilo con que está repleto Dios desde la eternidad y hasta la eternidad” (648). Las criaturas estamos llamadas a “co-operar en el júbilo que rodea a Dios” (648). En una docena de páginas (646-657) Barth nos ofrece una reflexión muy profunda e inspiradora sobre la belleza y la alegría del ser de Dios como fuente suprema de la belleza y la alegría creadas. Domina el vocabulario de deseo, placer, gozo y felicidad. Ignorar esto, según Barth, es negar “el carácter radicalmente evangélico del mensaje bíblico” (654; cf. 655).

En la misma línea, Ronald Gregor Smith (Richardson 1951:117) afirma que “el gozo no es una consecuencia aislada u ocasional de la fe, sino una parte integral de toda la relación con Dios”. Citando a Filipenses 4:4, Romanos 14:17 y 15:12, Gregor Smith concluye que 
“la fuente de gozo en la vida de Dios hace que nuestro gozo sea no sólo un don derivado del gozo de Dios, sino también un anticipo del estado final”.

En nuestro gozo, no sólo expresamos el gozo de Dios mismo, sino que también vivimos por adelantado el gozo eterno de nuestra salvación. Nuestro gozo es completo sólo en la plenitud de la presencia de Dios (Sal 16:11). 

 “El gozo en la Biblia aparece consistentemente como una realidad escatológica que se hace presente proléptica y parcialmente en la vida humana como anticipo del reino de Dios”.

De este origen divino nace una fuente inagotable de gozo. El pueblo de Israel celebraba las misericordias de Dios en la exuberante alegría de sus fiestas (cf. Sal 122:1). La consigna festiva era “te alegrarás delante de Yahvéh tu Dios…y tu alegría será completa” (Dt 16:11, 14,15). ¡Los hijos e hijas de Dios vivimos en fiesta permanente! De la Fiesta de Enramadas se comentaba, “Quien no ha visto la alegría de esta fiesta, nunca ha visto alegría en su vida” (Zorrilla 1981:54). “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Yahvéh iremos” (Sal 122:1). 

La consigna de nuestros cultos es, “Cantad alegres al Señor, habitantes de toda la tierra” (Sal 100:1). Nuestras celebraciones cristianas, como Navidad, Semana Santa, bautismo, eucaristía, renuevan la alegría de las hazañas salvíficas de Dios y también miran adelante hacia su reino definitivo.


La alegría bíblica a menudo se relaciona con la esperanza escatológica. A los perseguidos el Señor les exhorta, “Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo” (Mt 5:12). A los mayordomos fieles se les invita a entrar en el gozo de su señor (Mt 25:21,23). Sin haber visto a Jesús, los fieles “se alegran con un gozo indescriptible y glorioso” en la espera de su venida (1 P 1:7-8), anticipando con alegría ese encuentro (4:13). En el Apocalipsis “la idea de gozo se proyecta hacia adelante” (Richardson 1951:117). Apocalipsis 7 compara el cielo a la muy alegre fiesta de Enramadas. 

Aquí en Ap 18-19 Juan está celebrando con júbilo la futura derrota de Babilonia (Ap 18:20; 19:7; cf. 12:12). 

Bien comentan Mesters y Orofino (2003:317-318):

Esta alegría tan grande nace del futuro y, a través de una lectura diferente de los hechos  penetra el presente, provocando el canto de las comunidades perseguidas. Aquí [en el canto] ellos verifican que no han sido engañados. La resistencia y la lucha de hoy son simiente de este futuro tan atrayente…
El Apocalipsis es uno de los libros más alegres de la Biblia. En su pobreza, los perseguidos viven una felicidad que los poderosos, en su riqueza, no consiguen entender ni poseer… Detrás del dolor de la persecución, los apocalípticos encuentran la certeza de estar en la mano de Dios. La alegría explosiona en cantos de loor y de acción de gracias.
Finalmente, esta teología de la alegría debe producir un teologizar también alegre. Nuevamente Karl Barth lo expresa elocuentemente:

La teología en su totalidad, y en todas sus partes y en sus interconexiones, en su contenido y su método es… una ciencia peculiarmente bella.  De hecho, podemos decir con confianza que es la más bella de todas las ciencias.  Encontrarla desabrida es la marca del filisteo.  Es una forma extrema del filistinismo poder encontrar la teología desabrida.  El teólogo que no tiene gozo en su trabajo simplemente no es teólogo.  Caras malhumoradas, pensamientos adustos y estilos aburridos de hablar son intolerables en esta ciencia.  Que Dios nos libre de lo que la Iglesia Católica ha considerado uno de los siete pecados del monje – el taedium – ante las grandes verdades espirituales con las que la teología tiene que ver.  Pero tenemos que entender, por supuesto, que sólo Dios nos puede guardar de caer en ese tedio. (II/1 p.656).
Así es como la teología del gozo inspira una inmensa alegría en todo el quehacer teológico. Ser llamados por Dios a la tarea teológica significa el indescriptible privilegio de “habitar en la casa de Yahvéh todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Yahvéh y recrearme en su templo” (Sal 27:4), 

¡Y de alegrarme ante Dios y con Dios!

Juan Stam

martes, 9 de septiembre de 2014

¡Gloria a Dios! (que estamos diciendo cuando lo decimos)



La palabra hebrea principal para expresar este concepto es kāḇôḏ, y en el griego es doxa, que deriva de dokeō, «pensar» o «parecer».
Estos dos significados dan razón de las dos líneas de importancia en el griego clásico,
1.     donde doxa significa opinión (lo que uno piensa por sí mismo)
2.     y reputación (lo que otros piensan de uno), lo que podría adquirir los matices de fama, honra o alabanza.

I. USO EN EL AT. Dado que kāḇôḏ viene de kāḇēḏ, «tener peso», permite la idea de que uno que posee gloria está cargado de riquezas (Gn. 31:1), poder (Is. 8:7), posición (Gn. 45:13), etc.
·       A los traductores de la LXX les pareció que doxa era la palabra más adecuada para traducir kaḇôḏ puesto que llevaba la noción de reputación u honra que se halla en el uso de kāḇôḏ.
·       Pero kāḇôḏ también denotaba la manifestación de la luz por la cual Dios se revelaba, sea en el relámpago o en el resplandor enceguecedor que frecuentemente acompañaba a las teofanías.
·       La manifestación de la divina presencia en la nube que dirigía a Israel en el desierto y que se localizaba en el tabernáculo era de la misma naturaleza.
·       De este modo doxa, como traducción de kāḇôḏ obtuvo un matiz de significado que antes no poseía.
·       A veces kāḇôḏ tenía una penetración más profunda, denotando la persona o el ser.
o   Cuando Moisés pidió a Dios «muéstrame tu gloria (Ex. 33:18) no estaba hablando de la nube luminosa que ya había visto, sino que estaba buscando una manifestación especial de Dios que no dejara necesidad de desear más (cf. Jn. 14:8).
o   Moisés anhelaba conocer a Dios tal como era en sí mismo.
o   En respuesta, Dios enfatiza su bondad («todo mi bien», Ex. 33:19).
o   En este caso, la palabra podría traducirse «belleza moral».
o   Este incidente que involucra a Moisés es el almácigo para la idea de que la gloria de Dios no está limitada a alguna señal externa que apele a los sentidos, sino que es lo que expresa su majestad inherente, que podría tener o no una señal visible.
·       La visión de Isaías (6:1ss.) incluyó tanto la percepción de rasgos sensibles como también la percepción de la naturaleza de Dios, particularmente de su santidad (cf. Jn. 12:41).
·       La dignidad intrínseca de Dios, su majestad inefable, constituye la base de las advertencias de no gloriarse en las riquezas, la sabiduría o el poder (Jer. 9:23) sino en el Dios que ha dado todas estas cosas y que es mayor que sus dones.
·       En los profetas, la palabra gloria se usa con frecuencia para presentar la excelencia del reino mesiánico en contraste con las limitaciones del orden presente (Is. 60:1–3).

II. USO EN EL NT. En general, doxa sigue muy de cerca el patrón establecido en la LXX.
·       Se usa para expresar honra en el sentido de RECONOCIMIENTO o ACLAMACIÓN (Lc. 4:10), y de la vocalizada reverencia de la criatura por el Creador y Juez (Ap. 14:7).
·       Con referencia a Dios, denota SU MAJESTAD (Ro. 1:23) y SU PERFECCIÓN, especialmente en relación con la justicia (Ro. 3:23).
·       Se le llama Padre de gloria (Ef. 1:17).
·       Como en el AT, la manifestación de su presencia en función de la luz es un fenómeno ocasional, como lo es en el AT (Lc. 2:9); pero en lo principal, este rasgo se transfiere al Hijo.
·       La transfiguración es un caso único durante su ministerio terrenal, pero manifestaciones posteriores incluyen la revelación a Saulo en el tiempo de su conversión (Hch. 9:3ss.) y a Juan en la isla de Patmos (Ap. 1:12ss.)
·       El hecho de que Pablo pueda hablar de la gloria de Dios en términos de RIQUEZAS (Ef. 1:18; 3:16) y PODER (Col. 1:11) sugiere la influencia del AT sobre su pensamiento.
·       La exhibición del poder de Dios al resucitar al Hijo de entre los muertos es llamada gloria (Ro. 6:4).
·       Cristo es el resplandor de la gloria divina (Heb. 1:3).
o   Por medio de él se da a conocer a los hombres la perfección de la naturaleza de Dios. Cuando Santiago habla de él como «glorioso Señor» (2:1), parece que su pensamiento avanza según las líneas de la revelación de Dios en el tabernáculo.
o   Allí la presencia divina era una condescendencia de su gracia, pero también un recordatorio constante de la disposición de Dios de señalar los pecados de su pueblo y de visitarlos con juicio.
o   Así, los lectores de la epístola de Santiago reciben la amonestación de guardarse de la acepción de personas. Dios está en medio de su pueblo como antaño.
·       La gloria de Cristo como la imagen de Dios, el Hijo del Padre, fue velada de los ojos de los pecadores en los días de su carne, pero fue clara para los hombres de fe que se le unieron (Jn. 1:14).
·       Del mismo modo que el Hijo había vivido antes de su encarnación en un estado de gloria (sin pecado que estropease la perfección del modo divino de vida y de comunión) junto al Padre, según él estaba consciente (Jn. 17:5), así su regreso al Padre se puede llamar en propiedad una entrada en la gloria (Lc. 24:26).
·       Pero aquí parece haber más que una simple participación con el Padre de aquello que había disfrutado en las edades pasadas.
o   Dios ahora le da gloria (1 P. 1:21), en algún sentido como una recompensa por la fiel, plena consumación de la voluntad del Padre en relación con la obra de salvación (Fil. 2:9–11; Hch. 3:13).
o   Así es que el acto de llevar a Cristo de la tierra (1 Ti. 3:16) y su segunda venida (Col. 3:4; Tit. 2:13), tanto como las representaciones de su presencia y actividad como FUTURO JUEZ y REY (Mt. 25:31), se asocian también con UNA MAJESTAD.
·       Así que, aunque el contraste entre los sufrimientos de Cristo y la gloria (lit., las glorias) que los seguiría (1 P. 1:11) es válido, el Evangelio de Juan revela algo más, a saber, que los sufrimientos mismos pueden ser considerados una glorificación.
·       JESÚS ESTABA CONSCIENTE DE ESTO Y SE EXPRESÓ AL RESPECTO EN FORMA CONSECUENTE. «HA LLEGADO LA HORA PARA QUE EL HIJO DEL HOMBRE SEA GLORIFICADO» (JN. 12:23).
o   EN EL CUARTO EVANGELIO, ESTA PALABRA,  SEÑALA EN FORMA REGULAR HACIA LA MUERTE DE CRISTO.
o   JESÚS NO ESTABA TRATANDO DE INVESTIR LA CRUZ DE UN AURA DE ESPLENDOR QUE ÉSTA NO TENÍA, A FIN DE CONJURAR UN ANTÍDOTO PSICOLÓGICO PARA SU DOLOR Y VERGÜENZA.
o   MÁS BIEN, LA GLORIA PROPIAMENTE PERTENECE A LA CONSUMACIÓN DE LA OBRA QUE EL PADRE LE HABÍA DADO QUE HICIESE, PUESTO QUE LA OBRA REPRESENTABA LA PERFECTA VOLUNTAD DE DIOS.
·       La esperanza del cristiano es la gloria escatológica (Ro. 5:2).
o   En este estado futuro tendrá un cuerpo nuevo moldeado en conformidad con el cuerpo glorificado de Cristo (Fil. 3:21), un instrumento superior a aquel con que está actualmente dotado (1 Co. 15:43).
o   Cristo en el creyente es la esperanza de gloria (Col. 1:27).
o   También él es el principal ornamento del cielo (Ap. 21:23).
·       La palabra gloria se encuentra en plural para denotar las potestades superiores (Jud. 8).
o   No es fácil determinar si la referencia es a ángeles o a hombres honorables y de buena reputación en la comunidad cristiana.
·       Un uso algo especializado de la palabra es el que se le da en las doxologías, que son alabanzas a Dios por su dignidad y por sus obras (p. ej., Ro. 11:36).
·       En muchas ocasiones aparece el verbo gloriarse (kauchaomai) como en Gá. 6:14, y su significado es jactarse.

Ver la Gloria de Dios en un momento
Habacuc está perturbado por la creciente maldad de Judá.
1.     La violencia, la opresión y la injusticia campean por sus reales en el pueblo de Dios. Su pregunta al Señor es, “¿Hasta cuándo?” (1:1–3).
2.     El Señor responde a Su siervo con la revelación de que muy pronto los caldeos (Babilonia) serán el instrumento de castigo a la rebelde Judá.
3.     Esto añade otro conflicto a la conciencia del profeta, ¿cómo puede Babilonia, un imperio cruel e impío, juzgar a un pueblo más justo que él?
4.     Y de acuerdo a 2:1, el profeta se sienta a esperar la respuesta divina.
a.      Esta llega de manera que el profeta proclama el maravilloso poema de esperanza y triunfo contenido en los versos iniciales del capítulo 4.
b.     Aunque todo salga mal, aunque la situación sea terrible, dice él, “¡Yo me alegraré en Jehová y me gozaré en el Dios de mi salvación!”
c.      Uno se pregunta, ¿de dónde sale el profeta con ese himno maravilloso de fe?
Y la única respuesta plausible está en el capítulo dos y verso catorce:
“La tierra será llena del conocimiento de la Gloria de Jehová,
como las aguas cubren el mar”.
d.     Dios no solamente le muestra a su siervo una pequeña luz al final del túnel, sino que él percibe una gloriosa explosión de luz y de victoria!
e.      La Tierra, toda, será saturada de la Gloria de Jehová!
f.      Ahora notemos que no habla de la gracia del Señor, ni de la bendición del Señor, ni tampoco de alguno de sus múltiples beneficios Él habla de su Kabod, la dignidad intrínseca de Dios, su majestad inherente e inefable.
g.     Ni aún el término griego doxa expresa la solemnidad de la palabra kabod. En los profetas, la palabra gloria se usa para presentar la excelencia del reino mesiánico, comparado con las limitaciones del orden temporal presente. En el N. Testamento, el equivalente doxa se usa para expresar honra en el sentido de reconocimiento o aclamación.[1]










Harrison, E. F. (2006). GLORIA. En (E. F. Harrison, G. W. Bromiley, & C. F. H. Henry, Eds.)Diccionario de Teología. Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Nelson, W. M., & Mayo, J. R. (1998). En Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia. Nashville: Editorial Caribe.

[1] Diguero, R. (2006). Todo el Evangelio para todas las etnias Habacuc 3: 17-18 y 2:14. En L. DeCarvalho (Ed.), Misión global (p. 7). Pasadena, California: Centro latinoamericano para la misión mundial.