Páginas
- Página principal
- Hermenéutica
- Administración de la Iglesia
- Romanos
- Corintios
- Desarrollo del Liderazgo
- Teología Sistemática I
- Teología Sistemática II
- Teología Sistemática III
- Teología Sistemática IV
- Fundamento y Gobierno Cuadrangular
- Desarrollo del Liderazgo
- Cosejeria Pastoral
- Predicación
- Estudios
- Video de graduados
- Quienes somos
viernes, 25 de septiembre de 2020
miércoles, 23 de septiembre de 2020
sábado, 20 de junio de 2020
lunes, 11 de noviembre de 2019
El peligro del "éxito" en el ministerio
Aunque no lo parezca desde la superficie, el éxito es espiritualmente más peligroso que el fracaso.
El fracaso produce una sensación de necesidad.
Te humilla y te lleva a Dios en busca de ayuda.
Debido a esto, el fracaso a menudo produce cosas buenas espiritualmente.
El peligro del éxito
El éxito nos tienta a tomar crédito por lo que pudimos lograr y pudimos producir.
No se produce cambio.
Eres un instrumento de cambio en manos de Aquel que controla TODO.
El "éxito" en el ministerio nunca es el respaldo de Dios a tu carácter, sino la revelación de Dios de su carácter.
Dios se está dando a conocer mientras bendice el ministerio al que ha llamado a las personas.
Cuando comienzas a verte a ti mismo como el autor del cambio en lugar de ser el instrumento del cambio, comienzas a elevarte por encima de las personas en lugar de pararte junto a ellas.
Con esta mentalidad, se altera la naturaleza de la relación con las personas que se dirige.
Liderazgo orgulloso
El peligro del éxito es el crecimiento del orgullo personal que ensucia el ministerio.
El orgullo te permite hacer cosas que no deberías hacer.
Robar crédito que no nos pertenece legítimamente que a su vez alimenta las críticas de los demás.
Cuanto más confirmes tu propia debilidad, menos podrás condenar la debilidad de los demás.
Cuando sabes que necesitas ayuda, no desprecias a otros que la necesitan.
Cuando afirmas el alcance extraordinario de la paciencia de Dios para ti, es difícil ser impaciente con los demás.
Es importante recordar que cada persona que lideras está en medio de su propio viaje de santificación/crecimiento personal.
Nadie es un producto final.
Todos están en proceso de cambio.
Las personas orgullosas son personas controladoras porque han llegado a confiar en sí mismas más de lo que confían en nadie más.
Son resistentes al ministerio de otros y la confrontación de los demás.
Si tomamos todo el crédito por el "éxito" obtenido, es fácil pensar que hemos alcanzado nuestro máximo potencial y no necesitamos la guía espiritual de nadie más.
Ningún líder se ve a sí mismo con absoluta precisión.
Ningún líder, sin importar cuán "exitoso" sea, está más allá de la necesidad de ser dueño de su debilidad y fracaso.
Cada líder necesita una comunidad de ayuda para ser rodeado/cuidado.
El orgullo te apaga de esa comunidad y te pone en un lugar peligroso.
Los líderes orgullosos se sienten cómodos en la vida aislada.
Se cierran a la comunidad y a la ayuda porque en realidad no creen que lo necesiten.
El fracaso es difícil en cualquier aspecto de la vida, pero particularmente en el ministerio.
Pero el "éxito" tiene el potencial de ponernos en mayor peligro espiritual porque produce orgullo que se interpone en lo que Dios nos ha llamado a hacer.
Adaptado de la Vía de entrenamiento: Discipulado.
Por Paul Tripp
sábado, 9 de noviembre de 2019
¡Esperamos sus instrucciones … Señor!
Porque
tú eres el Dios de mi salvación
Muéstrame,
oh Jehová, tus caminos;
Enséñame
tus sendas.
Encamíname
en tu verdad, y enséñame,
En ti
he esperado todo el día.
Salmo
25:4-5.
Si el último mensaje no ha sido recibido, con las órdenes
finales del comandante en jefe, el ejército no se atreverá a moverse.
Lo mismo en la vida cristiana, tan profunda como la
necesidad de esperar provisiones es la de esperar instrucciones.
Veamos cuán hermosas son las palabras que nos lo muestran
en el Salmo 25.
El autor conocía y amaba en gran manera las leyes de
Dios, y meditaba en ellas de día y de noche. Pero, sabía que no bastaba.
Sabía que para la captación recta de la verdad espiritual
y para la aplicación apropiada personal de la misma a sus circunstancias
particulares, necesitaba instrucción directa divina.
Este salmo ha sido en todo tiempo considerado como
especial, a causa de su reiteración en la necesidad de enseñanza divina, y de
la confianza infantil de que esta instrucción nos será dada.
Estudia este salmo hasta que tu corazón esté lleno de dos
ideas:
1.
la absoluta necesidad de la guía
divina,
2.
y la absoluta certeza de
obtenerla.
Y con estas dos ideas, cuán apropiado es lo que dice:
«En ti
he esperado todo el día.»
El esperar ser guiado, el esperar instrucciones, todo el
día, es una parte bienaventurada del esperar en Dios.
El Padre en los cielos está tan interesado en su hijo, y
desea tanto tener su vida, en todas sus fases, bajo su voluntad y su amor, que
está dispuesto a hacerse cargo directa y personalmente de esta guía.
Él sabe bien que somos por completo incapaces de hacer lo
que es santo y celestial, excepto en tanto que Él obra en nosotros, por lo que
sus órdenes pasan a ser promesas, en cuanto a lo que tenemos que hacer, y nos
guía y conduce en todo momento.
No sólo en dificultades especiales y en tiempos de
perplejidad, sino en el curso de la vida diaria, podemos contar con su
instrucción para seguir su camino, y mostrarnos su senda.
Y ¿qué es lo que necesitamos para recibir esta guía?
Una cosa: esperar instrucciones, esperar en Dios.
«En
ti, oh Dios, he esperado todo el día.»
Queremos dar expresión clara a nuestro sentimiento de
necesidad y nuestra confianza en su ayuda, en los momentos que dedicamos a la
oración. Queremos ser conscientes de modo claro de nuestra ignorancia respecto
a lo que es su camino, y la necesidad de que su divina luz brille en nosotros,
si nuestro camino ha de ser como el del sol, cuyo resplandor va aumentando
gradualmente, hasta que el día es perfecto. Y queremos esperar quietamente ante
Dios en oración, hasta que esta profunda seguridad nos dé descanso. Vendrá,
pues,
«a los mansos guiará en su
camino».
«Oh,
Jehová, en ti he esperado todo el día.»
La entrega especial a la guía divina en nuestras sesiones
de oración debe cultivar y ser seguida por la costumbre de esperar en Él
«todo
el día».
Es fácil, para quien tiene ojos, el andar a la luz del
día; no menos simple y deleitoso puede ser para el alma ejercitada en esperar
en Dios, el andar todo el día en el goce de la luz de Dios y su guía.
Lo que necesitamos para ayudarnos en una vida semejante
es sólo una cosa:
el conocimiento y la fe verdadera en Dios como fuente
única de sabiduría y bondad,
siempre dispuesta y deseosa de ser para nosotros todo lo
que podamos necesitar.
Sí, ¡ésta es una de las cosas que necesitamos!
Si pudiéramos ver nuestro Dios y su amor sólo, y
creyéramos que Él espera con su gracia ser nuestra vida y obrarlo todo en
nosotros, este esperar en Dios sería nuestro mayor gozo, la res-puesta natural
y espontánea de nuestros corazones a su gran amor y gloria.
¡Mi alma espera sólo en ti, oh Dios!
Andrew Murray
Suscribirse a:
Entradas (Atom)