sábado, 9 de noviembre de 2019

¡Esperamos sus instrucciones … Señor!




Porque tú eres el Dios de mi salvación
Muéstrame, oh Jehová, tus caminos;
Enséñame tus sendas.
Encamíname en tu verdad, y enséñame,
En ti he esperado todo el día.
Salmo 25:4-5.

Si el último mensaje no ha sido recibido, con las órdenes finales del comandante en jefe, el ejército no se atreverá a moverse.
Lo mismo en la vida cristiana, tan profunda como la necesidad de esperar provisiones es la de esperar instrucciones.
Veamos cuán hermosas son las palabras que nos lo muestran en el Salmo 25.
El autor conocía y amaba en gran manera las leyes de Dios, y meditaba en ellas de día y de noche. Pero, sabía que no bastaba.
Sabía que para la captación recta de la verdad espiritual y para la aplicación apropiada personal de la misma a sus circunstancias particulares, necesitaba instrucción directa divina.

Este salmo ha sido en todo tiempo considerado como especial, a causa de su reiteración en la necesidad de enseñanza divina, y de la confianza infantil de que esta instrucción nos será dada.

Estudia este salmo hasta que tu corazón esté lleno de dos ideas:
1.       la absoluta necesidad de la guía divina,
2.       y la absoluta certeza de obtenerla.

Y con estas dos ideas, cuán apropiado es lo que dice:
«En ti he esperado todo el día.»

El esperar ser guiado, el esperar instrucciones, todo el día, es una parte bienaventurada del esperar en Dios.
El Padre en los cielos está tan interesado en su hijo, y desea tanto tener su vida, en todas sus fases, bajo su voluntad y su amor, que está dispuesto a hacerse cargo directa y personalmente de esta guía.
Él sabe bien que somos por completo incapaces de hacer lo que es santo y celestial, excepto en tanto que Él obra en nosotros, por lo que sus órdenes pasan a ser promesas, en cuanto a lo que tenemos que hacer, y nos guía y conduce en todo momento.

No sólo en dificultades especiales y en tiempos de perplejidad, sino en el curso de la vida diaria, podemos contar con su instrucción para seguir su camino, y mostrarnos su senda.
Y ¿qué es lo que necesitamos para recibir esta guía?
Una cosa: esperar instrucciones, esperar en Dios.
«En ti, oh Dios, he esperado todo el día.»

Queremos dar expresión clara a nuestro sentimiento de necesidad y nuestra confianza en su ayuda, en los momentos que dedicamos a la oración. Queremos ser conscientes de modo claro de nuestra ignorancia respecto a lo que es su camino, y la necesidad de que su divina luz brille en nosotros, si nuestro camino ha de ser como el del sol, cuyo resplandor va aumentando gradualmente, hasta que el día es perfecto. Y queremos esperar quietamente ante Dios en oración, hasta que esta profunda seguridad nos dé descanso. Vendrá, pues,
«a los mansos guiará en su camino».

«Oh, Jehová, en ti he esperado todo el día.»
La entrega especial a la guía divina en nuestras sesiones de oración debe cultivar y ser seguida por la costumbre de esperar en Él
«todo el día».

Es fácil, para quien tiene ojos, el andar a la luz del día; no menos simple y deleitoso puede ser para el alma ejercitada en esperar en Dios, el andar todo el día en el goce de la luz de Dios y su guía.
Lo que necesitamos para ayudarnos en una vida semejante es sólo una cosa:
el conocimiento y la fe verdadera en Dios como fuente única de sabiduría y bondad,
siempre dispuesta y deseosa de ser para nosotros todo lo que podamos necesitar.

Sí, ¡ésta es una de las cosas que necesitamos!
Si pudiéramos ver nuestro Dios y su amor sólo, y creyéramos que Él espera con su gracia ser nuestra vida y obrarlo todo en nosotros, este esperar en Dios sería nuestro mayor gozo, la res-puesta natural y espontánea de nuestros corazones a su gran amor y gloria.

¡Mi alma espera sólo en ti, oh Dios!

Andrew Murray

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