jueves, 25 de abril de 2013

Inspiración, Revelación, Iluminación (Bibliología)



BIBLIA, INSPIRACIÓN DE LA
El concepto de inspiración no se aplica unívocamente a cualquier escrito, porque todo escrito puramente humano es falible, puesto que el ser humano puede equivocarse, ya sea en la percepción, ya sea en la apreciación (el juicio crítico), de los hechos. En cambio, la Biblia, por ser Palabra de Dios, no admite error en sus lenguajes originaros.
También es necesario distinguir la inspiración de la revelación y de la iluminación.
Revelar, del lat. revelare = quitar el velo, significa, por su misma etimología, el acto por el cual Dios nos descubre algo que, por nuestros propios medios, nunca podríamos llegar a conocer.

Iluminar, del lat. illuminare = despedir luz, es el acto por el cual Dios nos abre los ojos del espíritu para que podamos entender verdades cuyo profundo sentido no está patente (cf. p. ej. Ef. 1:18–19). Notemos de paso que la iluminación no afecta a las Escrituras (la Biblia tiene su luz propia), sino al sujeto que examina las verdades de la Biblia.

En cambio, inspirar, del lat. inspirare = soplar adentro de algo, es «el acto por el cual Dios pone su aliento, su pnéuma, dentro de su propia autorrevelación». Los lugares donde aparece explícita esta inspiración son especialmente dos que analizaremos a continuación: 2 Ti. 3:16 y 2 P. 1:21.

2 Ti. 3:16 dice así lit. «Toda Escritura (es) soplada por Dios y provechosa para enseñanza, para refutación, para corrección, para educación la (que es) en (la) justicia.»
Para nuestro objetivo basta el análisis de las tres primeras palabras del v.
(1) Pása = toda, es un adj. distributivo, significando: todas y cada una de las partes.
(2) Grafé = Escritura, significa las Sagradas Escrituras (es decir, la Biblia), como se ve por el sinónimo hierá grámmata = Sagradas Letras, del v. 15.
(3) Theópneustos = soplada por Dios; por tanto, investida de la autoridad e infalibilidad de Dios (cf. Biblia, Autoridad de la).

2 P. 1:21 dice así lit. «Porque no fue traída jamás una profecía por voluntad de un ser humano, sino que llevados por el Espíritu Santo hablaron unos hombres de parte de Dios.»
(1)  Advirtamos en primer lugar que la profecía a la que Pedro alude es profecía de la Escritura (v. 20), la palabra profética (v. 19. lit.), sinónimo de las escrituras proféticas (Ro. 16:26) en las que Pablo encuadra toda la revelación de Dios.
(2)  En 2o lugar, esa profecía de la que estamos tratando nunca fue traída (gr. enéjthe) –nunca irrumpió– porque lo quisiera un hombre, ya que (v. 20) no se hace por la forma personal como entiende las cosas el profeta = los profetas no hablaban de su propia iniciativa. Y en tercer lugar, los profetas hablaron de parte de Dios (gr. apó Theoú), desde Dios que les hacía hablar, en la medida en que eran llevados por el E. Santo a expresar lo que Dios quería.
Esto nos lleva al punto siguiente, el de la extensión de la inspiración de la Biblia. Es sumamente importante que este punto se entienda bien. Tenemos dos datos seguros:
(A) Según vemos por 2 Ti. 3:16, todas y cada una de las partes de la Escritura han sido sopladas –inspiradas– por Dios.
(B) Los autores sagrados no eran autómatas, no eran máquinas de escribir al dictado. Ese no es el concepto de inspiración que nos sugiere la propia Biblia, en la que vemos que cada escritor sagrado tiene un estilo peculiar y una fraseología propia. En el acto de la inspiración, el Espíritu Santo movía las facultades racionales (memoria, entendimiento y voluntad) del escritor, de forma que éste, al ir usando esas facultades (recordando documentación, escogiendo palabras y empleando la fraseología adecuada), lo hiciese a impulso del Espíritu Santo, de forma que la Escritura– toda ella –tiene por autor a Dios (autor trascendente) y al escritor sagrado (autor inmanente = instrumento racional del E. Santo).
Así que, a la pregunta: ¿Se extiende la inspiración a las palabras mismas de la Biblia?, la respuesta correcta es la que, en Salamanca (1944), nos daba el profesor dominico A. Colunga: Exténditur ad verba quatenus apta = se extiende a las palabras en cuanto que son aptas. Aptas, es decir, «adecuadas para expresar la verdad que Dios nos quiere comunicar por medio del escritor sagrado».
Termino este artículo, resumiendo a fin de que queden bien claras estas dos ideas, con base en el análisis conjunto de 2 Ti. 3:16 y 2 P. 1:20–21: «La Escritura es inspirada; los escritores sagrados no son inspirados, sino movidos.»
Francisco Lacueva Diccionario Teológico Ilustrado