Nuestra imagen de Dios es seria, severa, jamás con sonrisa.
Pero la Biblia nos habla del multifacético gozo de Dios[1], como Suprema Belleza e Infinita Alegría.
Las escrituras hebreas emplean una variedad de términos para expresar esta alegría divina: Dios se deleita y se complace en nuestra consagración a su buena voluntad y nuestra práctica de la justicia,
1Samuel 15:22
Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.
Salmo 51:16-17
Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. 17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
Miquáas 6:6-8
6¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? 7¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? 8Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. Según Isaías 62:5, “como un novio que se regocija por su novia, así tu Dios se regocijará por ti”.
Dios se deleita en nuestro bienestar, lo que nos motiva a nosotros a lanzar gritos de alegría
Salmo 35:27-28
27 Canten y alégrense los que están a favor de mi justa causa, Y digan siempre: Sea exaltado Jehová, Que ama la paz de su siervo. 28Y mi lengua hablará de tu justicia Y de tu alabanza todo el día.
Salmo 95:1-2
1 Venid, aclamemos alegremente a Jehová; Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.2 Lleguemos ante su presencia con alabanza; Aclamémosle con cánticos.
Es un gozo mutuo, del que nos habla el Salmo 104:
Que la gloria de Yahvéh perdure eternamente;¡Dios se goza disfrutando sus obras, y comparte ese gozo con nosotros!
que Yahvéh se regocije en sus obras…
Cantaré a Yahvéh toda mi vida,
cantaré salmos a mi Dios mientras tenga aliento.
Quiere él agradarse de mi meditación;
yo, por mi parte, me alegro en Yahvéh (104:31-34; cf. 92:1-5).
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Es más, Dios mismo se ríe de nuestras vanidades, sabiendo que son más comedia que tragedia (Sal 2:4; 37:13; 59:8). Dios se ríe y nos hace reír a nosotros con su finísimo sentido de humor (Gen 21:6; cf. Sal 52:6; cf. Zac 9:15).
Es sorprendente y significativo que uno de los tres patriarcas hebreos se llame “Risa”.
El relato del nacimiento de Isaac está permeado de este verbo hebreo para “reírse”.
Cuando Dios le anunció a Abraham que Sara iba a tener un hijo, él se rió al imaginar a su anciana esposa con barriga materna o dando de mamar (Gn 17:17).
A continuación la misma Sara, que ya había dejado atrás la época de procreación, al escuchar esa misma noticia se rió, y después pretendió negarlo (18:12-15).
Al nacer el niño, Sara exclamó, “Dios me ha hecho reír”, y a los demás a reír con ella (21:6). No cabe la menor duda: ¡Dios tiene un buen sentido de humor!
Este episodio tan humano y jocoso reaparece en el cuarto evangelio, nada menos que una evidencia de la deidad de Cristo: “Abraham, el padre de ustedes, se regocijó al pensar que vería mi día, y lo vio y se alegró” (Jn 8:56).
¿Cómo pudo decir Jesús que Abraham vio su día y se alegró? ¿Por qué escoge este texto, precisamente el pasaje sobre el nacimiento de Isaac, y específicamente el tema de la risa?
Los textos de Génesis no indican ningún conocimiento salvífico de parte de Abraham; la promesa era sólo que tendrían un hijo, una nación, y una tierra.
Pero en ese loco proyecto de fe nació toda la historia de la salvación, y nació con gozo evangélico. Ese gozo lo compartieron Abraham y Sara, en todo el humor divino con que Dios los hizo reír.
Filon de Alejandría, pensador judío contemporáneo de Jesús (20 a.C. – 50 d.C.), enseñó que toda alegría humana es una participación en la alegría de Dios.
Sobre Abraham, Filón describe su reírse como “resultado de una felicidad establecida y un regocijarse de la mente” (de Abr 202), que constituye “un sacrificio que la persona sabia ofrece como ofrenda a Dios”.
Afirma también que “el regocijarse pertenece propiamente sólo a Dios”. Filón lo razona filosóficamente: sólo Dios está totalmente libre de dolor o temor, por lo que “la naturaleza de Dios… es la única naturaleza que posee completa felicidad y bendición” (ibid.). Así, sólo Dios puede alegrarse completa y perfectamente. En otro escrito, Filón describe “el reír del alma” aun cuando sufre, pues “sonríe en su mente porque un gozo grande y puro, sin mezcla, ha entrado en ella.
El teólogo contemporáneo que más ha profundizado en el tema de la alegría de Dios es Karl Barth, en su larga exposición de la gloria de Dios (Church Dogmatics II/1 640-677). Partiendo de la belleza de Dios como revelación de su gloria, Barth concluye que la alegría pertenece al mismo ser de Dios.
Como bello que es, afirma Barth, “Dios actúa como aquel que da placer, crea deseo y lo premia con el goce de lo deseado” (651). “La gloria de Dios”, afirma Barth, “es el gozo propio e inherente de su ser divino, el que brilla desde él y rebosa en su riqueza” (647).
Eso no es casualidad, pues Dios se revela así y actúa así, porque es así, porque es bello y deseable, lleno de goce. “El Dios atestiguado en las sagradas escrituras es el Dios que irradia gozo, y sin ese gozo no sería comprensible en su deidad y no sería quien es”.
Además, todas las criaturas “tienen su ser y su existencia en el movimiento divino de la divina auto-glorificación en la transferencia a ellas de su inmanente alegría. Es su destino ofrecer en la esfera temporal una respuesta fiel aunque inadecuada al júbilo con que está repleto Dios desde la eternidad y hasta la eternidad” (648). Las criaturas estamos llamadas a “co-operar en el júbilo que rodea a Dios” (648). En una docena de páginas (646-657) Barth nos ofrece una reflexión muy profunda e inspiradora sobre la belleza y la alegría del ser de Dios como fuente suprema de la belleza y la alegría creadas. Domina el vocabulario de deseo, placer, gozo y felicidad. Ignorar esto, según Barth, es negar “el carácter radicalmente evangélico del mensaje bíblico” (654; cf. 655).
En la misma línea, Ronald Gregor Smith (Richardson 1951:117) afirma que “el gozo no es una consecuencia aislada u ocasional de la fe, sino una parte integral de toda la relación con Dios”. Citando a Filipenses 4:4, Romanos 14:17 y 15:12, Gregor Smith concluye que
“la fuente de gozo en la vida de Dios hace que nuestro gozo sea no sólo un don derivado del gozo de Dios, sino también un anticipo del estado final”.
En nuestro gozo, no sólo expresamos el gozo de Dios mismo, sino que también vivimos por adelantado el gozo eterno de nuestra salvación. Nuestro gozo es completo sólo en la plenitud de la presencia de Dios (Sal 16:11).
“El gozo en la Biblia aparece consistentemente como una realidad escatológica que se hace presente proléptica y parcialmente en la vida humana como anticipo del reino de Dios”.
De este origen divino nace una fuente inagotable de gozo. El pueblo de Israel celebraba las misericordias de Dios en la exuberante alegría de sus fiestas (cf. Sal 122:1). La consigna festiva era “te alegrarás delante de Yahvéh tu Dios…y tu alegría será completa” (Dt 16:11, 14,15). ¡Los hijos e hijas de Dios vivimos en fiesta permanente! De la Fiesta de Enramadas se comentaba, “Quien no ha visto la alegría de esta fiesta, nunca ha visto alegría en su vida” (Zorrilla 1981:54). “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Yahvéh iremos” (Sal 122:1).
La consigna de nuestros cultos es, “Cantad alegres al Señor, habitantes de toda la tierra” (Sal 100:1). Nuestras celebraciones cristianas, como Navidad, Semana Santa, bautismo, eucaristía, renuevan la alegría de las hazañas salvíficas de Dios y también miran adelante hacia su reino definitivo.
La alegría bíblica a menudo se relaciona con la esperanza escatológica. A los perseguidos el Señor les exhorta, “Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo” (Mt 5:12). A los mayordomos fieles se les invita a entrar en el gozo de su señor (Mt 25:21,23). Sin haber visto a Jesús, los fieles “se alegran con un gozo indescriptible y glorioso” en la espera de su venida (1 P 1:7-8), anticipando con alegría ese encuentro (4:13). En el Apocalipsis “la idea de gozo se proyecta hacia adelante” (Richardson 1951:117). Apocalipsis 7 compara el cielo a la muy alegre fiesta de Enramadas.
Aquí en Ap 18-19 Juan está celebrando con júbilo la futura derrota de Babilonia (Ap 18:20; 19:7; cf. 12:12).
Bien comentan Mesters y Orofino (2003:317-318):
Esta alegría tan grande nace del futuro y, a través de una lectura diferente de los hechos penetra el presente, provocando el canto de las comunidades perseguidas. Aquí [en el canto] ellos verifican que no han sido engañados. La resistencia y la lucha de hoy son simiente de este futuro tan atrayente…Finalmente, esta teología de la alegría debe producir un teologizar también alegre. Nuevamente Karl Barth lo expresa elocuentemente:
El Apocalipsis es uno de los libros más alegres de la Biblia. En su pobreza, los perseguidos viven una felicidad que los poderosos, en su riqueza, no consiguen entender ni poseer… Detrás del dolor de la persecución, los apocalípticos encuentran la certeza de estar en la mano de Dios. La alegría explosiona en cantos de loor y de acción de gracias.
La teología en su totalidad, y en todas sus partes y en sus interconexiones, en su contenido y su método es… una ciencia peculiarmente bella. De hecho, podemos decir con confianza que es la más bella de todas las ciencias. Encontrarla desabrida es la marca del filisteo. Es una forma extrema del filistinismo poder encontrar la teología desabrida. El teólogo que no tiene gozo en su trabajo simplemente no es teólogo. Caras malhumoradas, pensamientos adustos y estilos aburridos de hablar son intolerables en esta ciencia. Que Dios nos libre de lo que la Iglesia Católica ha considerado uno de los siete pecados del monje – el taedium – ante las grandes verdades espirituales con las que la teología tiene que ver. Pero tenemos que entender, por supuesto, que sólo Dios nos puede guardar de caer en ese tedio. (II/1 p.656).Así es como la teología del gozo inspira una inmensa alegría en todo el quehacer teológico. Ser llamados por Dios a la tarea teológica significa el indescriptible privilegio de “habitar en la casa de Yahvéh todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Yahvéh y recrearme en su templo” (Sal 27:4),
¡Y de alegrarme ante Dios y con Dios!
Juan Stam