“Señor”, “Jesucristo”,
“Cristo Jesús”, “Hijo del Hombre”
“Hijo de Dios”.
Es tan poca la atención que se le ha dado a estos títulos del Señor Jesucristo, que hay muy pocos que se imaginan que hay un significado en su elección y orden.
Pero ya hemos hablado lo suficiente para convencernos de la importancia que tiene ser exactos a la hora de observar y estudiar cada detalle.
Son tan numerosas estas variaciones, que tan solo en las epístolas de Pablo tenemos diecisiete combinaciones diferentes de las palabras “Señor”, “Jesús”, y “Cristo”.
Esto incluye el artículo, y en tres casos la palabra “nuestro”.
Estas palabras no pueden haber sido empleadas por casualidad, debe haber un motivo de por qué, si se emplean ciertas palabras, es porque ninguna otra serviría para el mismo propósito.
Por ejemplo, si dice “Jesucristo”, debemos creer que “Cristo Jesús” no sería apropiado.
Tanto si podemos descubrir la razón, como si la razón que ahora señale pueda ser la correcta, nada de eso altera el hecho.
Yo fui guiado hasta la conclusión que he llegado debido a la circunstancia de contar el número de ocurrencias de cada nombre y las varias combinaciones.
Cuando descubrí que la resurrección era la gran línea de demarcación, vi que la razón no estaba lejos por descubrir.
Cuando hallé que en los Evangelios “Jesús” aparece en solitario 612 veces, y en los demás libros solamente 71 veces (entre las cuales 38 están en libro transitorio de Hechos); mientras que, al mismo tiempo, en los Cuatro Evangelios en su conjunto “Cristo” aparece en solitario tan solo 56 veces, y en los demás libros 256 veces, me di cuenta que el motivo estaba claro.
Pero veamos ahora los nombres por orden:
“Jesús” “Iesus”.
Significa, no meramente “un salvador” porque hay una palabra diferente para él. Lo que realmente significa es Jehová nuestro Salvador. “Y llamarás su nombre Jesús, porque el salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). Este era por tanto, el nombre de Su vida terrenal, y estaba asociado con Él en la cualidad de aquel que carga con el pecado, el que sufrió, el hombre experimentado en quebranto. Era el nombre de su humillación y vergüenza. Fue el nombre bajo el cual fue crucificado. “Este es Jesús” esa fue la inscripción que había sobre la Cruz. Observe entonces, que aunque por solitario aparezca unas 638 veces, no hay ni una única vez que sea con un adjetivo.
Tenemos que aprender a observar con exactitud qué es lo que se omite, así como también qué es lo está escrito, y no decir nunca como los cristianos sentimentales “bendito Jesús”, o “querido Jesús”, “mi dulce Jesús”. Nada podrá serle jamás añadido a la perfección de Su persona,
Sus obras y Sus caminos; Él no precisa que se le impute adjetivo alguno.
Seamos exactos además en nuestro empleo de las expresiones de la escritura.
Si fuésemos más cuidadosos con este asunto, no surgirían tantas divergencias entre nosotros.
Una vez más repito, la expresión “en Jesús” no es una expresión escritural.
En nuestra versión Inglesa aparece una vez en 1ª Tesalonicenses 4:14, pero de acuerdo al griego, aquí debería ser traducida “a través de Jesús”. La expresión “Vuestros en Jesús” (en cartas entre ingleses) se escribe en las cartas de correspondencia debido a que los escritores no se han dado cuenta que nunca se dice de nosotros, estar “en Jesús”; sin embargo, como ahora estamos viendo, siempre se dice de nosotros que estamos “en Cristo”.
Jesús fue Su nombre terrenal; y el sufrimiento, los pesares y la muerte fueron su porción terrenal.
Pero Dios lo levanto de la muerte, y ahí mudaron todas las cosas. “A éste Jesús que vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36).
Dios ahora ha ordenado que los escenarios de sus sufrimientos sean mudados por los escenarios de Su gloria, y “para que en el nombre de Jesús (no en el del Señor o Cristo) se doble toda rodilla… y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria del Padre” (Filipenses 2: 10, 11).
Siempre y cuando, por tanto, te encuentres con la palabra “Jesús” por solitario, te debes inclinar a pensar en “el hombre experimentado en quebrantos” que se humilló a sí mismo hasta la muerte por nosotros.
“Cristo” “Cristos”.
Esta palabra significa “ungido”. Lo define como el Ungido. Ungido y escogido para llevar a cavo el pacto de Jehová como la luz que ilumina a los Gentiles, y la gloria de Su pueblo Israel.
Como ya hemos dicho, aparece solamente 56 veces en los cuatro Evangelios, y casi siempre con el artículo, el Cristo, Su título oficial.
El Cristo que vino y fue enviado para la bendición de Israel.
Pero Israel no conoció el día de su visitación en gracia.
No vieron hermosura alguna en Él para que le deseasen.
Pero ahora, una vez levantado de la muerte, ha sido hecho la Cabeza de Su cuerpo –la iglesia, ungido para bendecir a Su gente.
En los demás libros, por tanto, tenemos este título 256 veces, marcándolo como aquel que fue levantado y glorificado, definiendo la posición del creyente como justificado y acepto en Él. Y por eso, los creyentes son siempre definidos estando “en Cristo”, vivificados con Él, levantados con Él, sentados juntamente con Él en los lugares celestiales, benditos con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Él.
Nosotros asociamos nuestra posición con Él como Cristo, pero nuestra responsabilidad para Él la asociamos como – “Señor” “Kurios”. Este título, de acuerdo a su significado, le caracteriza como Aquel que posee, y por tanto como aquel que tiene poder y autoridad.
Siempre y cuando encontramos este título, esta es la idea que tiene con él asociada.
Es un título conectado con los privilegios y responsabilidades de nuestra posición y permanencia “EN Cristo”.
Todas las varias condiciones de vida están asociadas con Él como “Señor” –
Casados: “Cásate solamente en el Señor” no meramente en “Cristo”.
Eso significaría que debemos casarnos solamente con una cristiana, pero significa algo más, -- no solamente que deberíamos casarnos con una cristiana, sino que además, haciéndolo, tenemos que decir “Si el Señor quiere”: Tenemos que reconocer su autoridad, a quien tenemos que reconocer en todos tus caminos.
Casadas: “como conviene en el Señor” (Colosenses 3:18).
Hijos: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres” (Efesios 6:1).
Siervos: “hacedlo de corazón, como para el Señor” (Colosenses 3:23).
Creyentes: Es “la cena del Señor”, “la copa del Señor”, “el cuerpo y la sangre del Señor”, “la mesa del Señor” (1ª Corintios 11).
Así que Él, por tanto, tiene todo el derecho de mandar, y decir “haced esto en memoria de mí”.
Incrédulos:“Nadie puede llamar a Jesús Señor, si no por el Espíritu Santo”.
Es posible que diga que Él es Jesús o Cristo, pero decir que es “Señor” es considerarlo por nuestro Maestro así también como nuestro Salvador, es sujetar nuestra voluntad a la Suya, y tomar sobre nosotros Su yugo.
Esta es la obra del Espíritu Santo.
“Jesucristo”.
Cuando tenemos esta combinación, el énfasis se halla en la primera de las palabras, y nuestros pensamientos son dirigidos, de lo que era (Jesús), hasta lo que es en este momento (Cristo); de Su humillación hasta Su exaltación. Debes cuando lees hacer ese traslado en tu propia mente, “El humillado que ahora ha sido exaltado” o entonces, “El sufridor que ahora ha sido glorificado”. En cualquier caso, siempre encontrarás la más significativa precisión.
“Cristo Jesús” “Cristos Iesous”.
Conlleva exactamente la idea contraria.
El glorificado que había sido humillado.
El exaltado que había sufrido y muerto.
Podríamos dar muchos ejemplos.
La totalidad del Nuevo Testamento es un extenso y vasto ejemplo en sí.
Sin embargo, verás que no todos los pasajes son igualmente claros.
Algunas veces lo verás con facilidad, y te dará la idea del contexto; otras veces, el contexto te dirá la razón de por qué los títulos se empleen en un orden particular.
Observe Filipenses 2:5: “Haya, pues, este sentir que hubo también en Cristo Jesús”, ¿Por qué “Cristo Jesús”? ¿Por qué no “Jesucristo” Porque la idea del contexto va – desde lo que era Él, hasta lo que es ahora.
El versículo siguiente hace esta explicación, “el cual siendo en forma de Dios…se despojó a sí mismo”. Filipenses 1:1, 2: “Pablo y Timoteo, siervos de JESUCRISTO, a todos los santos en CRISTO JESÚS… Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre y del Señor JESUCRISTO”.
En este caso los Apóstoles eran siervos de Jesús (ahora exaltado).
Siervos de Aquel que los envió como Él mismo había sido enviado, como un siervo; pero estaban escribiéndole a los santos que estaban “en Cristo” (anteriormente humillado) y oraron diciendo que, en su cualidad de Señor y Maestro les enviaba gracia y paz.
“El Hijo del Hombre”.
Este título lo revela en Su naturaleza humana, como el “segundo hombre”, y como el “postrer Adán”.
“Hijo de Dios”.
Este título realza en Él en Su naturaleza divina, y en Su relación a Dios. Por eso, en Él todo aquel que crea es “llamado el hijo de Dios”.
Hay una diferencia importante que debemos observar en el empleo y elección de estos nombres. Algunas veces surgen muy próximos unos de otros.
De una manera notable en Juan 5:25. La hora viene “cuando los muertos oirán la voz del HIJO DE DIOS, y los que la oyeren vivirán”.
Es en su cualidad de Hijo de Dios que es el vivificador de la muerte, como bien se explica en el versículo siguiente: “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo, y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el HIJO DEL HOMBRE”.
Es en la cualidad de Hijo del Hombre que juzgará, como está escrito: “Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por AQUEL VARÓN a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:31).
En conclusión, permítame exhortarle a ser preciso, no meramente en la lectura y en tu estudio de la Biblia, sino además en tus citaciones e interpretaciones que en ella haga.
No se siente para interpretarla, sino siéntese delante suyo para que ella le pueda interpretar a usted la voluntad y los propósitos de Dios.
Muy a menudo se asume que Dios nunca significa exactamente lo que Él dice; y las personas se acercan a Su palabra no simplemente para aprender qué es lo que dice, sino para decirnos su parecer en cuanto a lo que Dios quiere decir, lo cual generalmente es algo muy distinto. Pero debemos preguntarnos: Si el Espíritu Santo quiere decir exactamente lo que dice, ¿por qué no habría de decir exactamente eso mismo? Por ejemplo, si Él dice Jerusalén o Sión, ¿por qué hemos de suponer que está hablando de la Iglesia? Si Él dice el Éufrates, ¿por qué hemos de suponer que se refiere a Turquía?
ESCRITOS DE ETHELBERT WILLIAM BULLINGER Volumen I Traducidos por Juan Luis Molina Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena