viernes, 13 de marzo de 2015

¡¿Sacerdote?!, no gracias ya tengo uno....


¡El mejor Sumo Sacerdote!
Eterno
y Perfecto

Hebreos 5.1–6
Todo sumo sacerdote es un hombre escogido para representar a otras personas en su trato con Dios. Él presenta a Dios las ofrendas de esas personas y ofrece sacrificios por los pecados. Y puede tratar con paciencia a los ignorantes y descarriados, porque él también está sujeto a las mismas debilidades. Por esa razón, debe ofrecer sacrificios tanto por sus propios pecados como por los del pueblo.

Y nadie puede llegar a ser sumo sacerdote sólo porque desee tener ese honor
Tiene que ser llamado por Dios para ese trabajo, como sucedió con Aarón.

Por eso, Cristo no se honró a sí mismo haciéndose Sumo Sacerdote,

sino que fue elegido por Dios, quien le dijo:

«Tú eres mi Hijo.

Hoy he llegado a ser tu padre».

Y en otro pasaje Dios le dijo:

«Tú eres sacerdote PARA SIEMPRE, 
según el orden de Melquisedec».



Hebreos 5.8–10

Aunque era Hijo de Dios, Jesús aprendió obediencia por las cosas que sufrió.

De ese modo, Dios lo hizo apto para ser el SUMO SACERDOTE PERFECTO,

y Jesús llegó a ser la fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen.

10 Y Dios lo designó Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.



Hebreos 10:11–14

Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando

y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios,

que NUNCA PUEDEN quitar los pecados;

12pero Cristo, habiendo ofrecido UNA VEZ PARA SIEMPRE

un solo sacrificio por los pecados,

se ha sentado a la diestra de Dios,

13de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos

sean puestos por estrado de sus pies;

14porque con una sola ofrenda

hizo perfectos para siempre a los santificados



Hebreos 4.14–16

Por lo tanto, YA QUE TENEMOS UN GRAN SUMO SACERDOTE

que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos a lo que creemos.

15 Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades,

porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros,

sin embargo él nunca pecó.

16 Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios.

Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia

que nos ayudará cuando más la necesitemos.