Vivir su posición en Cristo, 6:11-13
(6: ll-13) lntroducción: El creyente no persevera en el pecado. Vence y triunfa sobre el pecado. En términos muy claros este pasaje dice exactamente lo que el creyente debe hacer para vivir en victoria sobre el pecado.
1. Se considera a sí mismo muerto al pecado, pero vivo para Dios (v. 11 ).
2. Resiste al pecado (v. 12).
3.No presenta Jos miembros de su cuerpo al pecado (v. 13).
I (6-ll) Pecado - Vida Victoriosa:
El creyente debe considerarse muerto al pecado, pero vivo para Dios
¿Cómo hace el creyente para guardarse de andar en el pecado?
1.El creyente debe considerarse a sí mismo mue no al pecado. Si una persona es un creyente verdadero, entonces está muerto con Cristo. Dios ha tomado su creencia y lo considera muerto en Cristo, y un hombre muerto no puede hacer nada; no puede pecar.
Es liberado del pecado. Lo que ocurre es esto: cuando un creyente cree verdaderamente en Cristo, Dios toma su fe y lo considera muerto en Cristo. Dios lo libera del pecado y su poder así como de sus consecuencias y de su castigo. Por lo tanto, el creyente debe ...
contarse a sí mismo como
considerarse a sí mismo como
mirarse a sí mismo comotratarse a sí mismo como acreditarse por tenerse por ... muerto en Cristo, como estando libre del pecado y su poder.
Debe recibir esta verdad en su corazón y vida, llegando a estar completamente convicto y convencido de ella.
(Note un punto de gran importancia: el verdadero creyente no es abandonado al poder de su propia mente o pensamientos para que se convenza a sí mismo de esta gloriosa verdad. No es solamente una cuestión de pensamiento y razonamiento humano o control mental. Dios nos ha dado al Espíritu Santo para estimular y edificar dentro del creyente la confianza en la gloriosa verdad. El Espíritu Santo es nuestro <<sello>> nuestra garantía, de salvación. Pero este es el tema de otra discusión, del capítulo ocho. Este capítulo se preocupa de nuestra parte en la lucha por vencer el pecado. Dios nos ayuda a vencer el pecado por medio del Espíritu Santo, pero nosotros también tenemos una parte, Y es nuestra parte la que se está considerando en esta parte.)
Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
(Luc. 9:23).
En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado,
¿cómo viviremos aún en é1. ... Sabiendo esto, que
nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él,
para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que
no sirvamos mí al pecado. Porque el que ha muerto, ha
sido justificado del pecado
(Ro. 6:2, 6-7)
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no
vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne,
lo vivo en la re del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí
(Gál. 2:20).
Pero los que son de Cristo han crucificado la carne
con sus pasiones y deseos»
(Gál. 5:24).
«Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida
con Cristo en Dios
(Col. 3:3)
«Palabra fiel es esta: Si somos muertos con Él,
También viviremos con Él
(2 TI. 2:11)
Quien llevó Él mismo nuestros pecados en el madero,
para que nosotros, estando muertos a los pecados,
vivamos a la justicia; por cuya herida fuisteis sanados
(1 P. 2:24)
2. El creyente debe considerarse vivo para Dios.
El verdadero creyente no solamente se identifica con Cristo en su muerte, también es identificado con Cristo en su resurrección.
Dios no solamente cuenta la fe del creyente como su muerte en Cristo; le cuenta su fe como vida en Cristo.
El creyente es contado como resucitado en la resurrección de Cristo.
La resurrección del Señor Jesús se cuenta como la resurrección del creyente.
Así como Jesucristo fue resucítado para una nueva vida, el creyente es resucitado a una nueva vida. Como Cristo fue resucitado para vivir en la presencia de Dios y para servirle por siempre, así el creyente es resucitado para vivir en la presencia de Dios y para servirle por siempre.
El punto central es que el creyente reciba en su corazón y en su vida la verdad de su vida resucitada. Que el creyente ahora viva para Dios. Que el creyente ahora sirva a Dios y no al pecado.
Que el creyente camine delante de Dios en esta nueva vida resucitada; que camine sobria, justa y piadosamente en este presente mundo. Que camine ...
El punto central es que el creyente reciba en su corazón y en su vida la verdad de su vida resucitada. Que el creyente ahora viva para Dios. Que el creyente ahora sirva a Dios y no al pecado.
Que el creyente camine delante de Dios en esta nueva vida resucitada; que camine sobria, justa y piadosamente en este presente mundo. Que camine ...
- contándose a sí mismo
- considerándose a sí mismo
- tratándose a sí mismo
- viéndose a sí mismo
- ... como vivo para Dios, para servir a Dios desde ahora y para siempre.
Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos,
pues para Él todos vive
(Luc. 20:38)
Así también vosotros consideraos muertos al pecado,
pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro
(Ro. 6:11)
Pues si vivimos, para el Señor vivimos;
y si morimos, para el Señor morimos.
Así pues, sea que vivamos,
o que muramos, del Señor somos
(Ro. 14:8)
.y por todos murió, para que los que viven, ya no
vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos
(2 Co. 5:15)
3.Note una verdad muy gloriosa. La vida del creyente se debe a Cristo y a Cristo solamente. Todo lo que el creyente conoce -su gloriosa liberación del pecado y la maravillosa victoria de la vida eterna- se debe a la muerte y resurrección de Cristo.
Note que el creyente que realmente mantiene su mente en la muerte y resurrección de Cristo es el que camina por sobre el pecado. Es el que camina libre de pecado, el que lo vence en cada paso del camino y glorifica a Dios por la victoria de su vida justa. En conclusión, el primer paso del creyente en la victoria sobre el pecado es considerarse muerto al pecado, pero vivo para Dios. El creyente debe conocer y vivir su posici6n, la gloriosa vida que Dios le ha dado en la muerte y resurrección de Jesucristo nuestro Sei'\or. El creyente que conserva su mente y pensamientos en su posición en la muerte y resurrección de Cristo es el que vencerá el pecado en todo tiempo
II (6: 1 2) Pecado-vida victoriosa: el creyente debe resistir al pecado.
Esto es un imperativo, un mandamiento que obliga.
Corresponde al creyente resistir el pecado; es responsable de resistirlo.
l. No debe dejar que el pecado reine (basileueto); tenga autoridad, gobierne, controle, ocupe. retenga, prevalezca sobre el creyente. Se usa el tiempo presente, de modo que la idea es una actitud o conducta continua. El creyente debe mantener siempre su mente alejada del pecado. Debe conservar su mente
bajo control manteniendo los pensamientos alejados de ...
- las riquezas y cosas materiales.
- la concupiscencia de la carne.
- el deseo de alcanzar posición y poder.
- el orgullo de la vida.
- lograr reconocimiento y fama.
- las fiestas y el sexo.
- la concupiscencia de los ojos.
- la apariencia personal y de las vestiduras.
El creyente no debe dejar que el pecado domine, controle, reine en su cuerpo mortal. El pecado no debe dominar sus pensamientos ni su vida. Debe resistir el pecado poniéndose en su contra, rechazándolo y luchando en su contra. Debe oponerse al pecado con todas sus fuerzas.
«Mira, has sido sanado; no peques más para que no
te venga alguna cosa peor»
(Jn. 5:14).
«No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal,
de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias
(Ro. 6:12).
«Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos
no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo
(1 Co. 15:34).
«Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no
pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para
con el Padre, a Jesucristo el justo
(1 Jn. 2:1).
3. No debe obedecer al pecado en sus concupiscencias (epitumiais): la palabra indica un fuerte deseo, anhelo y pasión.
El impulso del pecado es a veces fuerte, muy fuerte.
Todos los bombrés saben lo que es codiciar las cosas, más y más, sea dinero, propiedad, seguridad, posición, placer. diversión o estímulos carnales.
El verdadero creyente no debe ceder ante tales impulsos.
No debe dejar que la concupiscencia de los ojos y de la carne gobiernen y regulen su mente y su conducta.
No debe permitir que los deseos ordenen su vida.
No debe obedecer al pecado en sus concupiscencias, deseos, anhelos y pasiones.
Debe resistir las concupiscencias de su «cuerpo mortal».
III (6: 13) Pecado: es necesario decir tres cosas acerca del pecado en este punto de Romanos.
(1) El pecado es una ofensa y una enfermedad en los capítulos 1-4.
En el capítulo 6 es un amo o un poder que domina.
(2) El pecado no es «destruido» en el creyente. Todavía está activo y aún puede causar daño. El creyente debe luchar contra su impulso.
(3) El cuerpo no es la fuente del pecado, pero la Biblia dice que la experiencia del hombre demuestra que el cuerpo es el instrumento del pecado, el órgano que el pecado usa para manifestarse y satisfacerse.
«SI tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y
échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al Infierno•
(Mt. 5:29)
Porque si vivís conforme a la carne, moriréis;
Mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis
(Ro. 8:13)
Vestíos del Señor Jesucristo, y no prove,ls para los
deseos de la carne
(Ro. 13:14)
«Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: forni·
caclón, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y
avaricia, que es Idolatría
(Col. 3:5)
«Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos,
que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma
(1 P. 2:11)
Para no vivir el tiempo que resta en la carne,
conforme a las concupiscencias de los hombres,
sino conforme a la voluntad de Dios..
(1 P. 4:2)
III (6: 13) Pecado: es necesario decir tres cosas acerca del pecado en este punto de Romanos.
(1) El pecado es una ofensa y una enfermedad en los capítulos 1-4.
En el capítulo 6 es un amo o un poder que domina.
(2) El pecado no es «destruido» en el creyente. Todavía está activo y aún puede causar daño. El creyente debe luchar contra su impulso.
(3) El cuerpo no es la fuente del pecado, pero la Biblia dice que la experiencia del hombre demuestra que el cuerpo es el instrumento del pecado, el órgano que el pecado usa para manifestarse y satisfacerse.
El cuerpo está bajo la pesada influencia y el severo poder del pecado y de la corrupción, tanto que los apetitos sensuales del cuerpo tienden a esclavizar el alma y a llevar al hombre a pecar, aun en contra de su mejor juicio. Así que se exhorta enfáticamente al creyente para que resista:
«No reine el pecado en vuestro cuerpo mortal»
(Ro. 6: 12).
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