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En tiempos de Jesús, se celebraba Pascua, conforme a
lo establecido por Dios. Con la edificación del Templo, todos los Israelitas
iban a Jerusalén a sacrificar el cordero.
Seguramente se decían unos a otros: ¡El sacrificio del cordero era vital en
esta celebración, porque sin él, no hubiera habido liberación y un nuevo
comienzo!
La pascua “judía” era un tipo, una demostración de algo que iba a suceder en
el futuro. Por eso, a partir de Jesús, Pascua tiene un significado más
profundo.
¿Qué significado tiene la Pascua hoy?
Como en la Pascua de Egipto, también vemos hoy 4 aspectos: juicio, muerte o
sacrificio, liberación y nuevo comienzo o nueva vida.
Analicemos cada uno de estos:
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a.
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Juicio:
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¡Cuando el pecado entro al mundo, las condiciones
de vida cambiaron! porque el pecado es contrario a Dios, es contrario al
carácter de Dios, como dice el profeta Habacuc 1:13 “muy limpio eres de ojos para ver el mal…”
El hombre, aquel ser creado a imagen y semejanza de Dios, su creador, peco.
¡Todo en su ser se corrompió! La relación con Dios se cortó. El hombre se constituyó
en enemigo de Dios, en un ser alejado de Dios, merecedor de juicio y
castigo e incapaz de reestablecer su relación con Dios.
La Biblia afirma que “todos hemos pecado”. Todo hombre nace con una
naturaleza pecaminosa, y todos son considerados “culpables” ante Dios, por más
bueno que crea ser. En Efesios 2:3 el Espíritu Santo afirma que “éramos por
naturaleza hijos de ira” es decir, merecedores de la ira y juicio de Dios.
Todo pecador merece estar separado de Dios en esta vida, y si continua sin
cambiar su condición, le sigue la separación eterna y el tormento eterno,
el infierno. ¡Esta es la triste realidad! ¡Este es el juicio de Dios!
Del mismo modo que Dios enjuicio a Egipto, enjuicia hoy al pecador.
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b.
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Muerte o Sacrificio:
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Dios tenía planeado librar del juicio y de la
muerte por medio de un sacrificio y la sangre derramada de un cordero
perfecto. Dios, tiene también otros planes: salvar, librar al pecador del
juicio.
El propósito de Dios es tener una familia de hijos semejantes a Cristo. (Rom.
8:29) Él quiere ser Padre de muchos, y es su voluntad que nadie perezca, ni
sea condenado. Pero él sabía que a causa del pecado y la incapacidad del
hombre, algún otro tenía que intervenir para lograr el propósito de Dios.
En la Palabra de Dios, no dice en Romanos 5:20-21: “…más cuando el pecado
abundo, sobreabundo la gracia. Para que así como el pecado reino para
muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna
mediante Jesucristo, Señor nuestro”
Ese “algún otro” era Cristo Jesús. Del mismo modo que en Egipto en aquella
Pascua se libraban de la muerte y del juicio gracias al sacrificio de un
cordero y por su sangre, así, el hombre es salvo, liberado por el
sacrificio, la muerte y la sangre de Cristo.
Recordemos lo que Juan el Bautista proclamo, en Juan 1:29 “He aquí el
cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. El Apóstol Pedro afirma en
1* Pr. 1:18-20 “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de
vivir, la cual heredasteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles,
como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero
sin mancha y sin contaminación ya destinado desde antes de la fundación del
mundo…”.
El Cordero debía morir. Cristo murió, pero antes padeció.
- La pasión, es decir, el sufrimiento, físico
de Jesús comenzó en el Getsemaní. Allí su sudor se volvió como gotas
de sangre (Lc. 22:44) este fenómeno se conoce como hematidrosis y
sucede cuando se está bajo una gran presión emocional. ¡Su alma estaba
turbada! (Jn.12:27)
- El Cordero de Dios fue arrestado sufriendo
juicios ilegales, en la noche y sin defensores, desde las 2 am hasta
las 7:30 am)
- Fue abofeteado, golpeado y escupido
- Es azotado con el flagellun que
destruía no solo la piel sino los tejidos y la carne.
- Fue condenado a la muerte como un maldito
(Gal. 3:13).
- Se burlaron, se mofaron y coronaron con una
corona de espinas.
- Magullado y sin fuerzas, fue obligado a cargar
el patibulum (48 kg), la parte superior de la cruz.
- Ya en la cruz, le clavaron. Allí sufrió,
calambres, paralización de los músculos, fiebre alta, deshidratación y
finalmente la asfixia.
Los
sufrimientos de Cristo, demuestran su obediencia incondicional y su amor
incondicional y sacrificial. (Heb. 5:8). Sus sufrimientos son reales, pero
debía morir.
¡Su alma estaba turbada! Más aun, (diría yo) por el dolor que representaba
llevar sobre El, el juicio de Dios, y el pecado de todos los hombres. El
profeta Isaías bien lo describe en Cap. 53:5-10.
Fue durante las tres horas de oscuridad, que nos relata Lucas 23:44, cuando
Dios puso su juicio, el castigo y los pecados en Cristo.
Finalmente, habiendo exclamado ¡Consumado es! ¡Ya todo está hecho y no hay
nada más por hacer! Cristo muere.
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c.
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Liberación:
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Así como el cordero en Egipto debía ser sin
defecto, el Cordero de Dios debía ser perfecto: Pablo dice de nuestro
Señor: “El que no conoció pecado” (2ª Cor. 5:21); Pedro dice: “…el cual
no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca…” (1ª Pr. 2:20); Juan afirma lo mismo al decir: “Y sabéis que el apareció para quitar nuestros pecado, y no hay pecado
en el “(1ª Jn. 3:5).
Cristo murió para librar. Cristo murió para librar al hombre de la
esclavitud del pecado, del juicio y la condenación merecida. Cristo se entregó
a sí mismo en sacrificio por los pecados. Cristo padeció una sola vez por
los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios…” (1* Pr.
3:18).
Cristo nuestra pascua, ya padeció, ya fue sacrificada y por su sangre
obtenemos: reconciliación con Dios, paz para con Dios, adopción como hijos
de Dios, libertad.
De manera que podemos estar completamente confiados que: Su muerte, su
sangre derramada, ha pagado toda nuestra culpa, y quitado la ira de Dios.
¿Qué hacemos con la sangre del Cordero de Dios?
Así como la sangre era aplicada en las entradas de las casas, y al ser
vista, no eran muertos, así nosotros, somos libertados, somos
reconciliados, por “creer y aceptar a Cristo”, y por “entregar” nuestras
vidas a Él”.
Pero también debemos vivir para El y por El, considerándonos muertos a
nosotros mismos. “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando
esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron, y por todos murió,
para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y
resucito por ellos”. (2ª Cor.
5:14-15).
¡No hay otra cosa que pueda hacer el hombre para ser salvo, y tener vida
eterna…sino es por la Fe en Cristo y su muerte!
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d.
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Nuevo
comienzo:
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Pascua, marcaba el principio de todo. ¡El comienzo
de algo nuevo! Y todo el que participa de Cristo por la fe, tiene una nueva
vida.
La vida antes de Cristo era de esclavitud al pecado. La vida antes de
Cristo era de estar bajo la ira de Dios. Era estar expuesto al justo juicio
de Dios. Hoy, por la fe, gozamos de una nueva vida…. “De modo que si alguno esta en Cristo, nueva criatura es, en Cristo las
cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas” (2ª Cor. 5:17… y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilio consigo
mismo por Cristo….
Porque Cristo, nuestra pascua, el cordero de Dios, ya fue sacrificada,
tenemos: una nueva y verdadera identidad (hijos de Dios), una nueva y
verdadera esperanza, una nueva y verdadera vida.
El pueblo, luego del paso de Jehová en juicio, salió hacia una
peregrinación, una tierra prometida. Una tierra nueva, una nueva vida, y
esto gracias, a que fueron libres por la sangre de un cordero. ¡Podían
cambiar de residencia, de un reino de opresión y esclavitud a una tierra de
libertad y abundancia!
Hoy nosotros andamos en nueva vida, la vida diseñada por Dios, reflejando a
Cristo en todo momento y lugar, viviendo en su Señorío, gracias al
sacrificio de Cristo. ¡Por el sacrifico de Cristo cambiamos de residencia…
de la potestad de las tinieblas al Reino de Luz!
¡Esto es motivo de regocijo! Pablo al decir que Cristo nuestra pascua, ya
fue sacrificada, lleva implícito la idea gloriosa de que Cristo, nuestra
pascua…..murió y resucito, como lo afirma en 1ª Cor. 15:3-4 “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras ( Amos 8:9; Zac 13; 11,9; Salmos 22; 41; Isaías 50;53,etc.) y que fue sepultado y que resucito al tercer día, conforme a las
Escrituras" ( (Mt. 20:19).
El Cordero de Dios, fue entregado por nuestras transgresiones y resucitado
para (como prueba) nuestra justificación. Rom. 4:25.
Es porque Cristo resucito que nosotros podemos “andar”, “vivir una nueva
vida” (Rom. 6:4). Y tenemos la seguridad de que un día resucitaremos en El
( 1* Cor. 15:20-21).
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