La promesa que hace Jesús acerca de los ríos de agua viva en Juan 7:37-38, refiriéndose a la venida del Espíritu Santo (7:39), siempre va a ser emocionante.
Pero lo es especialmente si seguimos a través del resto del
evangelio el contraste entre la verdadera agua del Espíritu y los
simples rituales con agua que se hacían en los tiempos de Jesús.
El
bautismo de Juan en agua era bueno, pero el bautismo de Jesús en el
Espíritu era mejor (1:26, 33). Los estrictos rituales judíos requerían
que los recipientes con agua de Caná se usasen tan solo para el agua de
los rituales para la purificación, pero cuando Jesús convirtió el agua
en vino, mostró que valoraba el honor de sus amigos más que los rituales
y la tradición (2:6).
Una
mujer samaritana deja su recipiente de sacar agua del sagrado pozo
ancestral cuando ve que Jesús le ofrece un agua nueva que trae vida
eterna (4:13-14).
Un hombre enfermo que no podía ser sanado por el agua
que supuestamente traía sanidad (5:7) halla la sanidad en Jesús (5:8-9); un ciego se sana por el agua en cierto sentido, pero solamente porque
Jesús lo “envía” allí (9:7).
La
función de esta agua se sugiere más de a lleno en Juan 3:5. Jesús aquí
explica que Nicodemo no puede entender el reino de Dios si no nace “de
nuevo” (3:3; la palabra griega también significa “de arriba” o “de lo
alto”, literalmente), es decir, de Dios. Algunos maestros judíos
hablaban de los gentiles siendo “renacidos” en el sentido de cuando se
convertían al judaísmo, pero Nicodemo no podía verse a sí mismo como
gentil, como pagano, así que supone que Jesús está hablando de volver a
entrar en el vientre de su madre (3:4).
Jesús
explica Su declaración. Los judíos creían que los gentiles se
convertían al judaísmo por medio del bautismo y la circuncisión,
entonces Jesús le explica a Nicodemo que debe volver a nacer “del agua”.
En otras palabras, ¡Nicodemo debe venir a Dios bajo los mismos términos
que un gentil!
Pero
si Jesús aquí a lo que se refiere es al “agua” como lo hace en el
7:37-38, puede estar usando el término como símbolo del Espíritu, en lo
cual estaría diciendo: “Debes nacer del agua, es decir, del Espíritu”
(una manera legítima de leer el griego). Si es así, Jesús puede estar
usando el bautismo de la conversión al judaísmo sencillamente para
simbolizar el aún más sublime bautismo del Espíritu que da a aquellos
que creen en Él. El agua también puede simbolizar el servicio
sacrificial de Jesús por Sus discípulos (13:5).
Entonces,
¿qué quiere decir Jesús con “ríos de agua viva” en Juan 7:37-38? Aunque
más adelante estaremos tratando más de a lleno el trasfondo y las
traducciones, necesitamos usarlas al menos de manera breve para poder
obtener el impacto completo de este pasaje. Primero, en la mayoría de
las traducciones vigentes por lo menos una nota al pie de la página
señala una manera alternativa de puntuación para el 7: 37-38 (los
primeros textos griegos carecían de puntuación, y los primeros padres de
la iglesia se dividían en cuanto a cuál interpretación tomar).
En
estas otras maneras de leer los versículos, no está claro si el agua
fluye desde el creyente; puede que en cambio fluya desde Cristo. Puesto
que los creyentes “reciben” el agua en vez de darla (7:39), y que ellos
tienen una “fuente” en vez de un río (4:14), Cristo bien puede ser la
fuente de agua en esos versículos. (Esto no es negar la posibilidad de
que los creyentes pueden experimentar revestimientos de poder más
profundos por parte del Espíritu después de su conversión).
La
tradición judía sugiere que el último día de la fiesta de los
tabernáculos, los sacerdotes le leían a la gente de Zacarías 14 y
Ezequiel 47, lo cual habla de ríos de agua viva fluyendo desde el templo
al final de los tiempos. Jesús está ahora hablando en el último día de
esa fiesta (7:2, 37), probablemente aludiendo la misma Escritura que
acababan de leer (“como dice la Escritura”, 7:38).
El pueblo judío
consideraba el Templo como el “ombligo” o el “vientre” del mundo. Por lo
tanto, Jesús puede estar declarando: “Yo soy la piedra principal del
nuevo templo de Dios. De mí corre el agua de vida; ¡el que quiera, venga
y beba gratuitamente!”.
Normalmente
(como señalaremos más adelante) no debemos leer la narrativa bíblica
como simbolismo, pero el final de Juan es una excepción, un símbolo que
Dios le dio a aquellos que observaban la crucifixión (Juan usa el
simbolismo tan solo un poco más de lo que la narrativa normalmente lo
hace).
Cuando un soldado atravesó el costado de Jesús con una lanza,
brotó agua juntamente con sangre (19:34). Literalmente, una lanza
clavada cerca del corazón podría hacer brotar un líquido acuoso que
rodea el corazón y sangre a la vez.
Pero
Juan es el único de los cuatro escritores de los evangelios en
enfatizar el agua, y probablemente la mencione para hacer notar algo:
una vez que Jesús fue levantado en la cruz y glorificado (7:39), la
nueva vida del Espíritu quedó disponible para Su pueblo. Bebamos y
comamos gratuitamente.
Craig Keneer
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