Durante nuestra luna de miel, en enero de 1979, en los cañones de Blyderiver, en Mpumalanga (Sudáfrica), Lydia y yo conocimos a un funcionario de conservación de la naturaleza que nos habló de un fascinante incidente cuando liberaron una semana antes un águila negra que llevaba diez años en el zoo de Pretoria. Nos contó lo emocionados que estaban cuando el ave llegó por fin en su caja de madera. Era el día de la liberación de esta águila. Pero su emoción se convirtió pronto en frustración cuando, tras abrir la jaula, el ave se negó a volar. Diez años de vida enjaulada parecían haber atrapado su mente en un recinto invisible.
¿Cómo podían conseguir que el águila se diera cuenta de que era libre?
Ninguna de las insinuaciones y empujones parecían ayudar.
Entonces, al cabo de unas horas, el ave levantó de repente la vista y, a lo lejos, oyeron la llamada de otra águila; ¡inmediatamente el águila del zoo levantó el vuelo!
Esta dramática historia dejó una profunda impresión en mi mente. Supe que, a la luz de la revelación de LA BUENA NUEVA de Pablo, nos queda una prioridad urgente, que es anunciar a las naciones con audaz confianza la verdad sobre su identidad original y reflejar la integridad de su inocencia redimida en Cristo.
¡NO SE REQUIEREN LECCIONES DE VUELO
CUANDO LA VERDAD SE HACE PRESENTE!
Esto da tanta claridad y contenido al hecho de que Jesús vino al planeta no para mejorar la jaula del judaísmo o de cualquier otra religión iniciando una nueva llamada cristianismo… ¡sino para ser la voz encarnada de la semejanza e imagen de Dios en forma humana!
Vino a revelar y redimir la imagen de Dios en nosotros.
Su misión era reflejar el modelo de nuestro diseño, no como un ejemplo para nosotros, sino de nosotros. (Col 1:15, 2:9, 10).
Jesús murió la muerte de la humanidad y, cuando la piedra fue removida,
¡RESUCITAMOS JUNTO CON ÉL!
SI EL EVANGELIO NO ES LA VOZ DEL ÁGUILA LIBRE,
NO ES EL EVANGELIO.
Introducción a Romanos The Mirror
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