Siempre soy un poco escéptico cuando oigo a la gente hablar de leer las Escrituras "devocionalmente" en lugar de, digamos, "académicamente" (o viceversa).
¿Quién dice que tenemos que elegir? me pregunto.
Pero aunque mi
radar para detectar falsas dicotomías no siempre es malo, debo recordar que las
personas están programadas de diferentes maneras. La humanidad no es un mar de
igualdad. No somos clones. De hecho, como cristianos somos "mayordomos",
dice Pedro, de "la multiforme gracia de Dios" (1 P. 4:10).
No debería
sorprenderme, entonces, cuando los cristianos se aproximen a la Escritura con
objetivos un poco diferentes. Para algunos, es fácil acercarse a la Biblia con
una postura más "devocional". Sin embargo, para otros, de una
inclinación más académica, un enfoque estudioso puede llegar a sentirse más
natural.
Hace casi dos
décadas, Richard Longenecker escribió un artículo titulado "Sobre
la Lectura de una Carta del Nuevo Testamento -Devocionalmente, Homiléticamente,
Académicamente". Allí el describe tres formas comunes de leer las
Escrituras, indicando las fortalezas y los peligros particulares de cada una.
Longenecker no
se opone a ninguna de las tres lecturas: simplemente a que haya sólo una. "Mi tesis", explica, "es que
cada una de estas formas de lectura [es] legítima en sí misma, pero que las
tres deben al final ser unidas para una comprensión adecuada".
La lectura devocional
El foco
principal de la lectura devocional, como Longenecker indica, es "la
dirección espiritual y la edificación". Y para la mayoría de nosotros,
este es el lugar donde todo comenzó.
Lo que permite
la lectura devocional es la claridad y el poder de la Palabra de Dios.
Considere los miles de grupos que difunden Biblias con la simple convicción de
que la combinación de la Palabra y el Espíritu llevarán a personas a una unión
con Cristo que salva. "Y los resultados de su amplia distribución",
Longenecker observa, "han reivindicado repetidamente su confianza".
Entre otras
cosas, las lecturas devocionales nos recuerdan que el Espíritu Santo no está
encadenado a la erudición humana. La iluminación y la regeneración son milagros
que Él realiza a menudo —a través del estudio, sí, pero no siempre. ¡Ay de
nosotros si alguna vez denigramos un enfoque devocional a la clara y poderosa
Palabra de Dios!
Sin embargo,
las lecturas devocionales no son inmunes a los peligros. Longenecker observa
que es posible "imponer las preocupaciones, problemas e ideas de uno al
texto", y leer como si este sólo refleja una situación personal o confirma
una posición mantenida previamente. Por otra parte, aun cuando entendemos, a
menudo vacilamos en poner en práctica lo que hemos leído, porque "una
respuesta de este tipo requeriría una reorientación de la vida que no estamos
dispuestos a llevar a cabo." En otras palabras, nos las arreglamos para
comprender, pero no somos capaces de hacer (cf. Mat. 7:24-27; Juan 13:17;
Santiago 1:22).
Pero estos
peligros de ninguna manera invalidan las lecturas devocionales, ya que las
Escrituras "alimentan el alma cristiana" y son "los medios que
Dios utiliza para dar alimento espiritual a su pueblo". Así que si su
mente es más académica, procure también crecer en la lectura devocional de su
Biblia. Siéntese, reduzca la velocidad, e implore al Espíritu Santo que ablande
su corazón hacia su alentadora (Rom. 15:04), nutritiva (Mateo 04:04),
vivificante (Sal. 19:7), alegre (Sal. 19: 8), convincente (Heb. 4:12),
santificante (Juan 17:17), y preciosa (Sal. 119:127) Palabra.
La salud de su
alma depende de ello.
La lectura homilética
Si el objetivo
de una lectura devocional es la edificación, el objetivo de una lectura
homilética es la proclamación. Se presta atención cuidadosa a la traducción,
organización, y a la aplicación del pasaje a una audiencia particular. Por ende, los lectores homiléticos
normalmente hacen preguntas como, ¿cómo comunicaría yo este pasaje a los demás?
¿Cómo podría yo enseñar esto de la mejor manera?
Independientemente
de cómo estés programado, leer con miras a la proclamación es leer con miras a
la obediencia. El Señor Jesús resucitado nos comisionó a cada uno de nosotros,
después de todo, a ocuparnos al trabajo de la enseñanza (Mateo 28:20; cf. 2
Tim. 2:2; Tito 2:3-4).
Sin embargo,
¿qué peligros tienden a acompañar a las lecturas homiléticas? Uno muy común es
la imposición de nuestras propias estructuras de organización en un pasaje en
lugar de dejar que este hable por sí mismo.
Por ejemplo, todos hemos escuchado predicadores que entierran el texto
debajo de su felizmente aliterado adorno retórico. Además, puede ser tentador buscar demasiado
rápido la relevancia contemporánea o permitir que "la relevancia misma sea
el único criterio de la verdad, y así convirtiendo las Escrituras en solo un
comentario moderno en nuestros tiempos". Esto no es sino otra forma de
silenciar la Palabra de Dios con nuestra agenda (cf. Prov. 18:13). Por último,
leer las Escrituras "solo en términos de lo que puede ser proclamado a los
demás, sin alimentarse devocionalmente en [el] material para el propio alimento
espiritual" es una trampa típica. Los usos homiléticos divorciados de una
postura devocional, con el tiempo, demostrarán ser espiritualmente letales.
Sin embargo, a
pesar de las trampas potenciales, las lecturas homiléticas son vitales.
"Sin la proclamación", Longenecker advierte, "el cristiano y la
iglesia se estancan, siempre recibiendo pero nunca dando".
La lectura académica
También hay un
tercer tipo de lectura —académica— que informa a los enfoques anteriores y
puede llevar a los creyentes a "una comprensión más profunda de la
Escritura y a mayor apreciación de su fe." Un buzo hará descubrimientos
que el esquiador del agua nunca verá.
Por supuesto,
muchos peligros amenazan con arruinar las lecturas académicas, también
Longenecker admite que "el orgullo de logro, la pereza después de tener
algún grado alcanzado, y el descansar en los laureles del pasado sin siempre
seguir adelante en la búsqueda de la comprensión" son peligros perennes
para el estudioso. También es fácil llegar a ser tan absorto en un ámbito de
estudio que no pueda apreciar los conocimientos adquiridos de otras áreas. Este
es el riesgo de la especialización. Por último, es tan tentador preocuparse
mucho por la lectura académica que usted pudiera descuidar la lectura
devocional (por lo tanto cortándonos nosotros mismos del alimento espiritual) o
descuidar la lectura homilética (retirándose así de la proclamación del evangelio).
Tríada útil
La rúbrica
triple de Longenecker no es exhaustiva, pero proporciona categorías útiles para
la autoevaluación. En lugar de confrontar las lecturas de los unos y los otros,
debemos reconocer nuestras inclinaciones particulares, tomar ventaja de
nuestras fortalezas, y crecer en nuestras debilidades. En efecto, cualquiera
que sea nuestro interés, nosotros, como pueblo de Dios debemos esforzarnos para
sintetizar estos enfoques con el fin de cultivar un enfoque más equilibrado a
su preciosa Palabra.
En medio de
nuestra hermosa diversidad, que el Señor conceda a cada uno de nosotros la
gracia de leer y disfrutar de nuestras Biblias como estudiantes cuidadosos,
maestros fieles y seguidores vibrantes del Rey Jesús.
Este artículo fue publicado originalmente
el 19 de noviembre 2013 para The Gospel Coalition.
Traducido por Gabriel García.