La enfermedad ha destruido tu vida.
Durante doce años no has experimentado ningún afecto humano.
Ni de amigos o familiares.
Volvés impuro todo lo que tocás.
No sos digna de ser abrazada.
Pero peor aún, la enfermedad que llevás en tu cuerpo es incurable.
Has gastado tus ahorros de toda la vida en médicos, y ninguno de ellos te ha ayudado.
Has perdido la esperanza.
Un día, escuchas que un joven profeta ha venido a tu ciudad.
Y es conocido por sanar milagrosamente a las personas, incluso casos imposibles.
Corrés a las calles para encontrar a este profeta.
No puedes verlo, pero ves una gran multitud.
Alguien te dice: "¡El profeta de Nazaret está en la multitud!"
Arriesgándolo todo, tu desesperación te impulsa a empujarte con la gente de la multitud, sabiendo muy bien que los está haciendo ceremonialmente impuros a todos.
Pero dados los informes que has escuchado acerca de este profeta que obra milagros, estás convencida de que, con solo tocar Su prenda, serás sanada.
Con sigilo, presionas a través de la multitud y caés al suelo, desde esa posición, alcanzás la prenda del profeta de Nazaret.
Al instante, se detiene y le pregunta a la multitud: "¿Quién me tocó?"
Estás horrorizada.
Aquí estás, una mujer impura que toca a un hombre santo y, por lo tanto, también lo deja inmundo.
Pero, sigue preguntando.
Y la presión aumenta.
Finalmente, confesás que fuiste vos quien lo tocó…
Para tu sorpresa, no te reprende.
Al contrario, Él elogia públicamente tu fe e incluso te llama "Hija", una palabra que no se te ha dicho desde tu enfermedad.
La multitud se regocija y aplaude.
Después de doce horrendos años, puedes volver a conocer el toque de otro humano.
Se ha restaurado tu vida y se ha eliminado tu vergüenza y dolor.
Él te tocó y te sanó, incluso cuando estabas inmunda.
Ahora, ¡que extraordinario, ese profeta! ¿no es así?
Yo puedo amar a un profeta así.
¿Vos podrías amar a un profeta así?
Su nombre es Jesús, algunos lo mal interpretan, pero él y sigue siendo el mismo de ese día, no ha cambiado, y esta historia la podés encontrar en el capítulo 8 del evangelio, de Lucas
Idea tomada de "Insuergence" Frank Viola