Con todo eso, Jehová
aguardará (ḥāk̠â) para otorgaros su gracia,
y, por tanto, será exaltado
para compadecerse de vosotros;
porque Jehová es un Dios de
Justicia; dichosos cuantos esperan en Él.
Isaías 30:18.
ḥāk̠â - "espera
activa" que triunfalmente espera su realización; esperar mucho tiempo, es
decir, espera prolongada, "extenuante" que sigue siendo confiable a
pesar de los aparentes "retrasos"; (figurativamente) espera orientada
a objetivos, aferrándose al Señor en tiempos difíciles y esperando lo mejor.
Esta espera se niega a
"rescatar temprano" y mira con confianza al cumplimiento
apropiado.
Debemos pensar no sólo en nuestro esperar en Dios, sino
también en lo que es aún más maravilloso, el que Dios nos espere a nosotros.
Y si preguntas, ¿cómo es posible que Él me espere para
ofrecerme su gracia, incluso cuando yo espero en Él, y si Él no me da la ayuda
que “necesito”, entonces tengo que esperar y seguir esperando?
Hay una doble respuesta.
1-Por un lado, Dios es un
Labrador prudente,
«que espera el precioso
fruto de la tierra,
y tiene mucha paciencia en
su espera».
Él no puede recoger el fruto hasta que está maduro.
Sabe cuándo estamos dispuestos espiritualmente para
recibir la bendición que va a redundar en nuestro provecho y su gloria.
ü El esperar bajo el sol de su amor es lo que madura al alma para su
bendición.
ü El esperar bajo la nube de la prueba, lo que resulta en lluvias, que son igualmente necesarias.
ü El esperar bajo la nube de la prueba, lo que resulta en lluvias, que son igualmente necesarias.
Ten la seguridad de que, si Dios espera (se tarda) más de
lo que deseamos, algo se trae entre manos. Dios esperó cuatro mil años, hasta
la plenitud de los tiempos, para enviar a su Hijo; nuestros tiempos están en
sus manos; espero 33 años para que entrara en el ministerio…
Él “se apresurará” a acudir en nuestra ayuda, y no
demorará ni una hora más de lo que debe.
2-La otra respuesta indica lo
que ya se ha dicho antes. El dador es más que el don; Dios es más que la
bendición; y nuestro esperar en Él es el único modo en que aprendamos a
encontrar en nuestra vida el gozo en Él mismo.
¡Oh, si los hijos de Dios conocieran cuán glorioso es su
Dios, y qué privilegio es estar unido en comunión con El! ¡Entonces se
regocijarían en El!
Incluso cuando Él nos hace esperar aprendemos a
comprenderle mejor que nunca.
«Por tanto, Jehová
aguardará para otorgaros su gracia.»
Nuestra espera será la más alta prueba de su gracia.
«Dichosos cuantos esperan
en Él.»
Una reina tiene sus damas de servicio. Esta posición es
de subordinación y servicio, y con todo es considerada como una gran dignidad y
privilegio, porque una soberana es su compañera y amiga. ¡Qué dignidad y
bendición para los que están esperando en el Dios eterno, siempre vigilando
para captar cualquier indicación de su voluntad o nuestro favor, conscientes
siempre de su proximidad, su bondad y su gracia!
«El Señor es bueno a los
que esperan en Él.
¡Dichosos los que esperan
en Él!»
Sí, son dichosos cuando nos encontramos frente a un Dios
que nos espera.
Dios no puede obrar en el mundo sino a través de los que
esperamos en Él; que nuestro esperar sea nuestra obra, y así mismo la suya.
Y si su espera no es nada sino bondad y gracia, que
nuestra espera sea sólo gozo en esta bondad, y una confiada expectativa de esta
gracia.
Y que cada pensamiento sobre la espera pase a ser para
nosotros la expresión de una pura e inefable bienaventuranza, porque nos trae
un Dios que nos espera para poder hacerse perfectamente conocido a nosotros,
como la fuente de toda gracia.
Busquemos, incluso ahora, en este momento, en el espíritu
de humilde espera en Dios, descubrir algo de lo que esto significa.
¡Alma mía, espera sólo en Dios!
Andrew Murray